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Nuestros ojos se vuelven borrosos la mayoría del tiempo, intentando escribirte una carta, porque siempre quisiste leer tu nombre escrito por mi mano fracturada, siendo estúpida al escribir sobre amor, porque suelo encontrarlo una vez cada eclipse, y tú sin duda eres uno de mis favoritos.

Sé que hemos tenido historia a lo largo de los años, sin final, sin querer que todo este viaje termine, porque quiero quedarme a tu lado toda esta vida, si es que nuestros ojos logran reconocerse después de los sueños que construimos juntas.

Y si el 2019 era una época en la que no lograba conocerme, quiero que sepas que me alegra haberte conocido, dos adolescentes caminando alrededor de un parque que pensé que jamás nos reuniría de esta manera, pero así es como las historias más fugaces ocurren, tratando de quedarse en mi memoria todos los días en los que te vi sobre las hojas secas, bailando tus canciones favoritas, viviendo la vida que mereces. Mentiría si te digo que recuerdo el momento exacto en el que hablamos por primera vez, pero aún recuerdo tu sonrisa cálida y la risa más ruidosa que pude haber escuchado en este pueblo, sorprendida por lo que causaste, por la confianza que me hiciste sentir desde ese primer día.

Y bien, comencé a conocer tu nombre, María Fernanda, aún suelo mencionarlo cada caída del sol, conocí a tus amigos, algunos fueron viajes largos y alejados de mi amor, conocí tu alegría y la habilidad tan peculiar que tienes de convertir el silencio en una carcajada, esa capacidad de convertir la música en un recuerdo distinto al anterior. Y bien, el tiempo seguía recorriendo nuestras venas, tus palabras merodeaban sobre las mías, comenzamos a crear un lazo de estambre, rojo, morado, tejiendo los pocos recuerdos que dibujamos sobre el suelo agrietado de aquel parque tan ventoso.

Los meses avanzaban junto a nosotras, dispuestas a aferrarnos, porque nuestra conexión se convirtió en un juramento, mi cabello solía cambiar con el tiempo, tu sonrisa seguía siendo linda (aún lo sigue siendo) y le pedía al cielo que en cada una de las noches en las que te escuchaba hablar, pudiera repetirlo el día siguiente. Las cicatrices nos hicieron sentir débiles con el movimiento de las hojas, porque las rupturas nos alejaron, aunque fue sólo por un momento, nuestra conexión se apagó, cuando podíamos haber continuado iluminando aquella lámpara cercana a tu casa que siempre continuaba parpadeando, lo siento, tal vez en ese periodo no fui una buena mejor amiga.

Pero ambas sabemos que algún día volveríamos a abrazarnos, así que omitiré los detalles de un episodio en el que no te tuve, porque me gusta sonreír cuando recuerdo que ahora te tengo a mi lado de nuevo.

Y maduramos lo suficiente para volver a ser amigas, tanto como ambas queríamos serlo, caminando por las calles solitarias, con un grupo de personas cuyos nombres olvidé, soñando mientras te miraba, porque cada una de las lunas que vimos juntas siguen siendo parte de esto, colocando nuestras huellas sobre aquellos desiertos que extraño caminar a tu lado. Aún somos inocentes, tan vulnerables al daño, porque el pasado continúa hablando con nosotras cada noche, y sé que nos tenemos la una a la otra, así que por fin podría decirle a María Fernanda que logré transformar nuestros recuerdos en sentimientos escritos con mi mano izquierda, que fui capaz de escribirte una carta, y espero que quieras seguirme conociendo, porque te prometo que habrá otra carta para ti.

ESTO PUDO HABER SIDO UN AUDIOLIBRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora