Israel.mp3

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Él era alguna clase de salvador, así lo observaron mis ojos todo el bachillerato, dialogando entre problemas que su cabeza le obligaba a encerrar, pero su compañía hacía que de alguna manera me olvidara de los propios.

Una época en la que mis pensamientos aún no salían más allá de mi mente, porque no estaba segura si podía hablar de ellos sin ser la chica correcta, era tan absurda, Dios lo sabe, él lo sabía. Y el inicio siempre es mal recordado por mis ojos cansados, un joven esperanzado de la vida, un poco mayor al resto, con una sonrisa agradable y un sentido del humor que los profesores no entenderían, haciéndose amigo de todos los que habitaban diariamente ese cuadro de aburrimiento, él tenía el chiste correcto para evadir el silencio, bueno, eso apreciaba desde la lejanía, mi voz y la suya no conectaban los primeros meses de bachiller porque nunca fui tan valiente para acercarme a alguien que no conociera hace diez años atrás.

El destino es uno de mis mayores enemigos, pero de alguna forma el tiempo y él me guiaron hasta ti, a conocer tu nombre, a escuchar tu voz cerca y a reír con las mismas tonterías que hacían feliz al resto.

Horas de compañerismo transformadas en horas de amistad sin intentar lograrlo, porque nos entendimos bien, ambos le temíamos a tantas cosas, sentados en una banca sucia hablando sobre los miedos que a los árboles les parecerían ridículos. Las horas se han convertido en meses, años de charlas profundas y algunas raras sin sentido, te veía crecer, cambiar, enamorarte, estabas siendo feliz durante estos momentos, antes de saber que tenías que regresar a casa, porque el amor no se sentía igual de ese lado, todos permanecían callados, castigándote si decidías romper el silencio que tu madre por años ha cuidado, sus pensamientos tan alejados a los tuyos, parecía que sus cielos eran distintos, que no entendía tus ideales pero tú debías respetar los suyos, es todo lo que diré sobre eso, después de todo sólo caminé una vez bajo ese techo.

Las aulas se movían junto al resto de nosotros, seguías siendo aquel amigo confiable, una compañía que hubiera querido no abandonar nunca, entre más te conocía más quería conservarte, porque eres esa clase de sujeto, tan comprensivo y con una habilidad de sembrar rayos de esperanza en quienes dormían con la luz apagada, siempre me quedaré con eso, incluso ahora que te he convertido en una carta llena de recuerdos.

Pasar tiempo contigo fue un destello que aún mantengo en mi cabeza, fuiste el único amigo que tuve, porque siempre fue complicado para mí formar lazos con un chico, por el miedo a salir lastimada por un abrazo que no fuera sincero, pero me demostraste que podías ofrecer esa clase de cariño que una perdida solitaria necesitaba, a través de los periodos de realidad y alegría que ambos nos otorgamos.

El bachillerato concluyó y desafió en cierto punto nuestra amistad, nos alejamos después de soltar ese lazo, te fuiste a tu ciudad natal por un tiempo y yo seguí luchando con mi autoconocimiento, era el proceso que estaba destinado a ocurrir, esta distancia algún día me hizo sufrir.

Regresaste, te volví a ver cuando el tiempo recorrió la sombra de las hojas de papel que aún no aprendía a construir, y supe que ya no éramos los mismos adolescentes de antes, nuestras creencias se han modificado, nuestros abrazos no han durado, pero eso es lo que la vida te ofrece si estás dispuesto a crecer involuntariamente.

Nuestras voces ya no se conocen en la actualidad, cambiaste más de lo que mi mente soñadora habría podido imaginar, estudiando enfermería, vestido de blanco hasta mediodía, cuidando de los problemas de los demás, porque todavía conservas eso, intenta no perderlo, aún te quiero, elegí el peor momento. Has vivido un par de noviazgos más, no sé cómo se encuentra tu corazón ahora, pero no gastes ese cariño en canciones que no has podido bailar, tu relación familiar mejoró bastante, me alegra saber eso, conviviendo bajo aquel techo que temía que algún día cayera sobre tus sueños más estrechos, tu madre y tus hermanos te han ayudado a ser un mejor adulto, y sé que nunca he sido la persona más religiosa de este asustado pueblo, pero comprendo que tu fe y esperanza están priorizadas dentro de tu traje incómodo que usas para ir a la iglesia, admiro tu devoción y el empeño que has puesto en demostrar que eres un hombre guiado por la sabiduría de Dios.

Los finales cortos son los que menos me preocupan, sólo podría desearte una vida de dichas y fortunas, que continúes creciendo, que espero que tu realidad sea estupenda y que recuerdes mis palabras sin importar si no han servido de nada, que tu familia se mantenga reunida, que puedas entregar tu cariño a la persona correcta y que jamás dejes de escuchar a los demás, porque aunque el pasado ya ha sido coloreado, aún conservo los crayones con los que pintamos de negro aquella solitaria banca sucia.

ESTO PUDO HABER SIDO UN AUDIOLIBRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora