Su aroma

4 0 0
                                    

Era lunes, 8:00 en punto, y como cada semana, estábamos en los honores, formadas hasta el frente. El sol aún no se sentía tan fuerte, pero la expectativa de ver a mi Zorreador hacía que mi piel estuviera más sensible a todo. Él solía llegar temprano, siempre puntal, como si el mundo dependiera de su llegada para arrancar. Pero esa mañana algo estaba mal. El tiempo pasaba, y él no estaba.

Mis ojos recorrían el lugar, buscando en la multitud esa figura que conocía tan bien. No importaba cuántas veces mirara alrededor, no lo encontraba, y un peso comenzó a instalarse en mi pecho. Con un nudo en la garganta, volteé hacia mi amiga, tratando de mantener la voz firme, pero sonando más triste de lo que quería. "No vendrá", murmuré, y la desesperanza se coló en mis palabras. Ella, siempre tan optimista, intentó consolarme. "Seguro sí vendrá, quizás solo llega tarde", dijo con una sonrisa que buscaba tranquilizarme. Pero yo no podía estar tranquila. Algo dentro de mí no se calmaba, una inquietud que no entendía del todo.

A cada rato giraba la cabeza, mirando hacia atrás, hacia los lados, pero no había rastro de él. Mi mente jugaba conmigo, me decía que quizá estaba escondido entre la multitud, o tal vez más atrás, fuera de mi vista. Pero mis ojos lo buscaban incansablemente, y el vacío de no encontrarlo crecía con cada segundo que pasaba.

De repente, mientras inhalaba profundamente para intentar calmarme, algo cambió. Un aroma familiar flotó en el aire, uno que conocía demasiado bien. Mi corazón se detuvo por un segundo. Sabía de quién era ese aroma antes de siquiera ver su rostro. Era él, mi Zorreador. No había forma de que estuviera tan cerca como para olerlo, pero algo en mi interior lo reconoció de inmediato. Ese leve toque en el aire me hizo saber que estaba allí, y mi mente se llenó de confusión y sorpresa. ¿Cómo podía adivinar su presencia solo por su aroma?

Con nerviosismo, finalmente me atreví a voltear hacia atrás, y ahí estaba él. Mi intuición no me había fallado. Lo reconocí sin verlo, solo con ese simple detalle que para cualquiera habría pasado desapercibido, pero no para mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, entre la sorpresa y la familiaridad. Me sentía aturdida, como si el mundo alrededor se hubiera detenido por un instante.

"Es él", le dije a mi amiga, mi voz apenas audible por la sorpresa. Ella, al principio, no entendía lo que estaba pasando, pero cuando vio mi expresión y lo que acababa de suceder, se sorprendió tanto como yo. "¿Cómo supiste?", me preguntó con los ojos bien abiertos, casi incrédula. Y la verdad era que no tenía una respuesta. No entendía cómo había adivinado que era él sin verlo, pero lo había hecho.

Mi amiga sonrió, pero detrás de esa sonrisa podía ver el asombro. Ella sabía lo mucho que mi Zorreador significaba para mí, y ese pequeño momento, esa conexión inexplicable, solo hacía que lo sintiera más cerca, aunque estuviera tan lejos en otros sentidos.

Y aunque traté de mantener la calma, mi corazón seguía acelerado. En el fondo, sabía que esa pequeña conexión no iba a cambiar nada entre nosotros. Él seguía siendo distante, ajeno, y yo, aunque pudiera percibir su aroma entre miles, no podía acercarme más. Ese día, todo quedó en esa extraña y mágica sensación de saber que, por un instante, lo sentí cerca de nuevo, aunque su corazón siguiera tan lejos del mío.

Enemies to Lovers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora