24 de junio. Un lunes cualquiera, pero para mí, uno lleno de significados especiales. Me levanté temprano, con una mezcla de emoción y nerviosismo, para felicitar a mi zorreador en su cumpleaños número 17. Era apenas las seis y veintiséis de la mañana cuando, con el corazón acelerado, publiqué en Instagram un mensaje de felicitación que, para mí, significaba mucho más que unas simples palabras.
Nunca antes me había atrevido a abrir mi corazón de esa manera. Le escribí lo que sentía, le deseé lo mejor y le expresé cuánto lo apreciaba y quería. Era un gesto que sentía casi imposible para mí, pero que decidí hacer por él. A los pocos segundos, vi su respuesta: un simple "graciasss". No puedo negar que esperaba algo más, tal vez un "yo también te quiero", algo que confirmara que mis sentimientos eran recíprocos. Pero no, solo un gracias, y eso fue todo. Al menos había sido reposteado, y eso, en cierta forma, me reconfortaba.
A lo largo del día, todos a su alrededor lo abrazaban y le daban sus felicitaciones. La visión de ese escenario me hizo sentir aún más perdida. Quería ser parte de esos abrazos, compartir ese momento de celebración con él, pero me costaba tanto demostrar afecto físico que me resultaba casi imposible acercarme para ofrecerle un abrazo. Me quedé en un rincón, observando, intentando reunir el valor y superar la barrera invisible que me impedía actuar.
La mañana avanzó y mi oportunidad se desvaneció. No logré acercarme a él, y el tiempo pasó sin que pudiera darle ese abrazo que tanto deseaba. A pesar de que no pude mostrarle físicamente lo mucho que me importaba, al menos había enviado un mensaje, un testimonio sincero de mis sentimientos y buenos deseos.
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Enemies to Lovers
RomanceEn un día de San Valentín, mi mundo dio un giro inesperado al conocer a "Zorreador", un chico de la preparatoria que inicialmente despertó en mí sentimientos de desdén y antipatía. Sin embargo, todo cambió cuando una simple solicitud de ayuda desenc...