Me miro bien bonito

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Habíamos salido del camión de la escuela, y aunque todo parecía normal, esa vez algo fue diferente. Cuando mi Zorreador se subió, me miró de una manera que me dejó sin palabras. Esa mirada, tan bonita y profunda, me hizo sentir como si el tiempo se hubiera detenido. Mi amiga, siempre observadora, se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, aunque ninguno de los dos dijimos una palabra. Era como si nuestras miradas pudieran comunicarse sin necesidad de hablar.

Ya en casa, todavía pensaba en esa mirada, así que decidí escribirle a mi amiga. Le mandé un mensaje recordándole lo que me había dicho en el camión: "Me acordé de que me dijiste que mi Zorreador me vio bien bonito". Y es que esa mirada me había recordado a una escena de la película After, tan intensa, tan sincera. Mi amiga, siempre rápida para responder, me dijo: "Sabía que me dirías que te encantó. Es que no es cura, lo vi de verdad."

Intenté restarle importancia, como siempre hacía para no ilusionarme demasiado. Le respondí: "Ni siquiera lo miré bien, si lo hubiera hecho, estaría aún más encantada de lo que ya estoy." Pero ella insistió: "No fue cualquier mirada. Al exterior él trata de aparentar que no le importa, que es equis, pero yo lo vi. Pude ver a través de esa mirada, y te juro que fue bonita. Se notaba que había algo más."

Me quedé pensando en sus palabras, en cómo mi amiga, que siempre había visto a mi Zorreador con una especie de distancia, ahora veía algo más en él. Le contesté: "¿Cómo es que tú, que lo considerabas tu 'enemigo', pudiste ver más allá de eso?" Su respuesta me dejó sin palabras: "Es que no es solo apariencia. Puede actuar como si no le importara, pero por dentro, mi niña, te juro que le brillaron los ojitos cuando te miró."

Me sentí reconfortada al leer eso, porque aunque siempre intentaba no ilusionarme demasiado, yo también lo había notado. Le respondí: "No es la primera vez que lo siento. Muchas veces, cuando nuestras miradas se cruzan, puedo notar algo más. Pero nunca lo dije, porque no quería imaginar cosas que no eran, no quería ilusionarme más de la cuenta."

Mi amiga me envió una imagen de una escena de After, la misma que yo había mencionado. Los protagonistas se miraban con una intensidad que parecía que podían leerse el alma. "Aquí está", me escribió. "Batallé para encontrarla, pero te lo juro que lo que vi fue así. Él te miraba de una manera sincera. Por fuera se hace el tonto, actúa como si no le importara, pero por dentro... se notaba algo hermoso en su mirada."

Sus palabras me tocaron profundamente. "Sabes", le respondí, "creo que tienes razón. A veces, cuando él me mira, siento que su mirada es sincera, pero siempre intenté hacerme la desentendida, porque no quería que mis propios sentimientos me nublaran la razón." Pero mi amiga no se detuvo ahí. "Te lo juro, no es solo tu imaginación. Pude ver en sus ojos algo real, algo que no puede esconder, aunque lo intente."

Recordé entonces una de esas veces en las que nuestras miradas se cruzaron. "Una vez", le conté, "estaba mirando hacia el frente, y él me estaba mirando fijamente. Yo trataba de hacerme la que no me daba cuenta, pero en uno de esos momentos no pude resistirlo más. Lo miré, y en ese instante, él desvió la mirada rápidamente, como si lo hubieran descubierto. Pero no pudo ocultar esa pequeña sonrisa que se le escapó, y en ese momento supe que algo había entre nosotros."

Esa sonrisa, pequeña pero sincera, fue suficiente para confirmar lo que mi corazón ya sospechaba. Mi amiga, siempre honesta y directa, me dijo: "Esas sonrisas y miradas no mienten. Hay algo ahí, y no es solo tu imaginación. Él siente algo, aunque trate de negarlo."

Mientras leía sus palabras, no podía evitar sonreír. Sabía que ella tenía razón, porque yo también lo había sentido. Esas miradas, esos momentos en los que nuestras almas parecían conectarse a través de los ojos, no podían ser solo una coincidencia. Y aunque ambos intentáramos disimularlo, sabíamos que había algo especial, algo que no podíamos ignorar.

"Esas sonrisas", le escribí, "son las que me mantienen ilusionada. Aunque tratemos de aparentar que no pasa nada, hay algo entre nosotros que no se puede ocultar. No sé qué es exactamente, pero sé que está ahí."

Y así, esa pequeña mirada, ese momento en el camión, se convirtió en algo mucho más grande en mi corazón. Era la confirmación de que, aunque no siempre lo dijéramos en voz alta, había algo real entre nosotros. Algo que ambos sentíamos, aunque no estuviéramos listos para admitirlo del todo.

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