Si vida me va golpear que sea la cabeza de mi zorreador

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Ese día, mientras revisábamos el trabajo, mi Zorreador estaba justo enfrente de mí. En uno de esos momentos que parecían sacados de una película, se acercó más y, de pronto, pegó su cabeza contra la mía. No lo vi venir, pero ahí estábamos, tan cerca que podía sentir su respiración, cálida y suave.

Él era mucho más alto que yo, y de alguna manera, esa diferencia me hacía sentir pequeña a su lado, pero no en un mal sentido. Me sentía protegida, como si nada pudiera tocarme en ese instante.

Nuestras frentes seguían unidas, su mirada, profunda y serena, estaba tan cerca de la mía que no podía apartarme. Me perdí en esos ojos, en la forma en que parecían hablar sin decir nada. Todo el mundo alrededor desapareció.

Solo éramos él y yo, compartiendo una cercanía que parecía ir más allá de las palabras. Era el tipo de instante que sabes que recordarás para siempre.

Miré de reojo a mi amiga, casi buscando algún ancla para no perderme completamente, pero volvía a él, a esa sensación de pequeñez, de querer quedarme ahí, en su cercanía, por siempre. Era como si el espacio entre nosotros no existiera más, como si nuestras respiraciones se hubieran sincronizado, suaves, tranquilas.

Y, como siempre, él, en su forma de ser tan única, decidió hacerme reír con sus locuras. Golpeó su cabeza contra la mía no solo una vez, sino cuatro veces más, riéndose, divirtiéndose. Yo no podía hacer otra cosa que reír con él. Porque ese loquito que tanto amaba sabía cómo convertir cualquier instante en algo especial.

Sonriendo, le dije a mi amiga: "Si la vida me va a golpear, que sea la cabeza de mi Zorreador." Y luego, con una sonrisa aún más grande, agregué: "Esta vez estoy más enamorada de él. Son estas pequeñas acciones las que me llegan directo al corazón."

Porque era verdad. Él no necesitaba hacer grandes gestos, ni decirme palabras grandilocuentes. Me bastaba con esos momentos, con esa cercanía inesperada, para saber que todo lo que sentía por él se hacía más grande en cada pequeño detalle.

Pero justo cuando estaba flotando en esa burbuja de sentimientos, mi amiga me recordó algo. Me dijo:
"Justo que ahora querías olvidarlo". Y tenía razón. En esos momentos, yo había estado decidida a dejarlo ir, a sacarlo de mi corazón, a olvidar ese amor que tanto me hacía sentir. Pero justo cuando intentaba soltarlo, ahí estaba él, haciendo cosas como esta, acercándose de maneras que me desarmaban por completo.

Una vez más, sin darme cuenta, había caído. Y aunque sabía que debía dejarlo atrás, cada vez que él hacía algo así, me encontraba atrapada de nuevo, enredada en sentimientos que no podía evitar.

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