Entre Miradas y Exposiciones

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Mi amor por Zorreador seguía creciendo con cada día que pasaba, volviéndose inevitable e imposible de ignorar. Cada mirada compartida, cada momento juntos se grababa profundamente en mi corazón. Recuerdo especialmente un día de exposiciones en la escuela, donde sentí un nerviosismo intenso que amenazaba con paralizarme.

No quería exponer, pero la maestra anunció que solo los estudiantes que presentarían se quedarían en el salón. Sentí un alivio instantáneo al saber que solo ocho personas se quedarían, comparado con la abrumadora cantidad de alumnos en el salón.

Sin embargo, mi tranquilidad se vio sacudida de repente cuando noté que Zorreador y un amigo suyo estaban sentados justo al lado de mi mesabanco. Mi cuerpo se tensó al darme cuenta de su presencia cercana. Sabía que él no estaba entre los que iban a exponer, pero su proximidad hizo que los nervios se intensificaran aún más.

Mientras escuchábamos las exposiciones de los demás, luché por mantener la compostura y concentrarme en lo que se estaba presentando, pero mi mente no podía evitar pensar en él y en cómo se sentía estar tan cerca de él en ese momento crucial.

Cada gesto suyo, cada palabra que compartía con su amigo, era un recordatorio constante de mi enamoramiento. La tensión en el aire era palpable, y cada segundo que pasaba a su lado se convertía en una mezcla de emoción y ansiedad. ¿Se habría dado cuenta de lo nerviosa que estaba por su presencia?

Pero solo eso marcaba el inicio de mi amor por mi Zorreador.

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