Dos Encuentros, Dos Besos.

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Aquel día en clase quedó marcado en mi memoria por los encuentros inesperados con Zorreador. Mientras esperaba al profesor, miraba distraídamente hacia la puerta cuando de repente él se cruzó por allí y notó mi mirada fija. Sin rodeos, se acercó con una pregunta directa: "¿Por qué me mirabas?" Mi respuesta, tratando de disimular cualquier interés, fue un simple: "Ni que fueras tan importante para mí".

Después de este breve intercambio, Zorreador tomó despreocupadamente la barrita de mi amiga y se unió a nosotras. Hablaba con entusiasmo, pero con la boca llena, lo cual me sacó una sonrisa entre divertida y sorprendida. En un momento, de manera accidental, una pequeña cantidad de su saliva y barrita terminó en dirección de mi boca , al momento le reclame, lo que me hizo sentir un poco nerviosa, aunque traté de ocultarlo. Curiosamente, pareció notar mi reacción y lo repitió de forma deliberada, lo que me hizo dudar sobre cómo reaccionar.

Más tarde, cerca de la puerta, decidimos jugar un poco y le toqué la panza, un gesto que reflejaba una actitud juguetona y, al mismo tiempo, un intento de ocultar mi verdadero sentimiento de estar algo molesta por su comportamiento.

Después de clases, compartimos la anécdota en nuestro grupo de WhatsApp con nuestra amiga que no estaba en nuestro salón. Ellas no paraban de bromear, diciendo que, en conclusión, Zorreador me había besado dos veces gracias a nuestra "baba compartida". Sus comentarios nos hicieron reír y al mismo tiempo me hicieron pensar en cómo cada pequeño encuentro con Zorreador parecía tener un toque especial y único, haciéndome verlo de una manera diferente cada vez.

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