Pasaron meses desde nuestro primer encuentro en aquel día de San Valentín. Durante todo ese tiempo, nunca cruzamos palabras, y mi desdén hacia "Zorreador" creció con cada gesto arrogante que presenciaba en la preparatoria.
Un día, sin previo aviso, llegó el momento que cambiaría mi percepción. Estaba haciendo mi trabajo en clase cuando él se acercó y me pidió el trabajo de forma directa y casi como orden. Sin mirarlo a los ojos, le respondí con la pregunta que llevaba tiempo guardando: "¿Por qué tengo que pasártelo?"
Él me observaba fijamente mientras un amigo llegaba emocionado para contarme algo. La emoción de mi amigo hizo que me moviera y "Zorreador" le advirtió con firmeza: "No la muevas, o te pegaré a ti". Mi amigo se fue y yo quedé sola con él ese día, sin la presencia de mi amiga por que ese día no fue así que estaba sola.
Le dije que no al pedirlo, y en ese momento, él me tomó del cuello. No fue de manera brusca, sino de una forma que despertó sensaciones que jamás había experimentado. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda mientras me perdía en su mirada intensa y desafiante. Era como si en ese gesto, en esa acción, hubiera algo más que solo la necesidad de obtener un trabajo escolar.
Mi corazón latía con fuerza, mezclando el miedo con una extraña satisfacción. No entendía por qué su contacto tenía ese efecto en mí, por qué despertaba emociones tan contradictorias. Pero en ese instante, entre la incomodidad y la curiosidad, comencé a preguntarme si detrás de la máscara de "Zorreador" había mucho más de lo que mostraba al mundo.
Su agarre en mi cuello no fue violento, pero sí firme, como si buscara transmitir algo más que una simple solicitud de trabajo escolar. Sus ojos tan intensos, me miraban como si pudieran ver a través de mí. Me sentí vulnerable y al mismo tiempo atraída por esa intensidad que emanaba de él.
Después de que "Zorreador" tomara mi trabajo prestado de manera tan inesperada, salí corriendo hacia mis amigas para contarles lo sucedido. Ellas me miraron con sonrisa cómplice y empezaron a bromear y shipearme con él, algo a lo que me resistí vehementemente. Después de todo, mi imagen de él como el chico arrogante y pretencioso seguía intacta, al menos en teoría.
Pero en el fondo, a medida que hablaba y recordaba su mirada intensa, sentía cómo las emociones se mezclaban y confundían mis pensamientos. No podía negar que algo dentro de mí había cambiado desde ese momento en el aula.
Esa tarde, mientras trataba de concentrarme en mis deberes, seguía pensando en "Zorreador" y en las sensaciones contradictorias que despertaba en mí. Empecé a cuestionar si mi percepción inicial estaba realmente en lo cierto o si había algo más en él que había pasado por alto hasta ahora.
Desde aquel momento en el aula, mi percepción de "Zorreador" comenzó a cambiar gradualmente. Su presencia ya no me resultaba tan irritante como antes; de hecho, había momentos en los que incluso encontraba sus gestos y comentarios divertidos. Sin embargo, siempre recordaba las advertencias de mis amigas, especialmente por que me recordaban su fama de "Un chico que coquetea con todas."
—¿No te molesta que sea así? —Me preguntó una de mis amigas mientras caminábamos por los pasillos.
A lo cual le contesté —No estoy enamorada de él, solo me parece lindo. Además, ¿qué tiene de malo? No es como si estuviera buscando algo serio con él.
Aunque intentaba convencerme de que mi cambio de actitud hacia "Zorreador" no estaba influenciado por las opiniones de mis amigas, admito que su cercanía constante en clase me hacía cuestionar mis propios sentimientos. Ahora se sentaba casi a mi lado, a menudo rodeado de sus amigos, y empezó a hablar conmigo más seguido, pidiéndome ayuda con trabajos escolares a los que esta vez no me negaba.
Cada interacción con él me revelaba una faceta diferente: un lado menos arrogante y más genuino que me hacía dudar de mis primeras impresiones. Empezaba a preguntarme si detrás de su fachada de chico seguro de sí mismo, había alguien más complejo y quizás más interesante de lo que había imaginado.
Además, empezamos a intercambiar más miradas y contactos visuales. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, sentía una mezcla de nerviosismo y curiosidad que me era imposible ignorar. Era como si hubiera una conversación silenciosa entre nosotros, una conexión que no había percibido antes.
ESTÁS LEYENDO
Enemies to Lovers
RomantizmEn un día de San Valentín, mi mundo dio un giro inesperado al conocer a "Zorreador", un chico de la preparatoria que inicialmente despertó en mí sentimientos de desdén y antipatía. Sin embargo, todo cambió cuando una simple solicitud de ayuda desenc...