Eran muy pocas veces en las que su esposo decidía pasar el día en casa. Quizás por eso tenían una relación muy mala; el tiempo y el trabajo eran los mayores enemigos de Felix.
Observaba al pelinegro, quien estaba recostado en uno de los sillones con Seojun en sus piernas, mientras le hacía cosquillas, haciendo sonreír a su hijo.
Felix nunca iba a negar que Eunwoo como padre nunca falló. Como esposo lo hizo varias veces, pero como papá de Seojun nunca fue así.
Le gustaría que las cosas fueran diferentes para ambos, que ese testamento nunca haya existido, porque aunque quiera negarlo y hacerse el tonto, olvidar lo que leyó le es imposible.
Eunwoo nunca se preocupó en darle una explicación, aunque sea una muy pequeña. Él podría aceptarla y, si le pedía perdón, Felix sabía que sería débil ante él y le perdonaría, sería capaz de olvidarse de todo.
Si Eunwoo le pidiera que comiencen de nuevo, él lo haría, sin dudarlo se olvidaría de todo.
El pelinegro levantó su mirada y conectó con la de su esposo.
— ¿Qué sucede? —preguntó.
Felix parpadeó un par de veces y negó.
— No sucede nada. ¿Te quedas a almorzar?
— No, tengo un almuerzo con unos inversionistas en unos minutos.
Dejó un beso en la sien de su hijo antes de entregárselo a su esposo.
— Nos vemos en la noche, Seojunie. Pórtate bien, papá vendrá a verte.
Y se fue.
Le dolía que las cosas estuvieran así entre ellos. Quería que todo cambiara, pero cuando solo uno intenta salvar la relación, es difícil. De la otra parte ya no hay ganas de seguir, mientras que el contrario siente la necesidad de salvar las pocas piezas que quedan, guardando las esperanzas de que algún día cambien las cosas.
Felix intentaba hacer dormir a su hijo, pero este estaba muy inquieto. Después de unos largos minutos decidió bajar con él a la primera planta en busca de algo que lo calmara. Al llegar, escuchó la puerta abrirse y una cabellera negra asomarse.Su hijo, al ver de quién se trataba, se puso a llorar tan fuerte que se sintió aturdido por un momento.
Eunwoo, al ver eso, tiró su maletín a un lado y fue a tomar a su hijo, haciendo que este se calmara al instante.
— Papá está aquí —susurraba mientras le dejaba pequeños besos en su cabellera.
— Intentaba hacer que durmiera, pero estaba muy inquieto. Ahora veo por qué.
— ¿Seojunie? —llamó el pelinegro a su hijo, quien estaba escondido en la curvatura de su cuello—. ¿Extrañabas a papá? —el menor hizo pucheros y se abrazó aún más a su padre.