Hyunjin llevaba la mitad del día pintando. No sabe en qué momento perdió la noción del tiempo en aquella habitación donde hacía sus cuadros hasta que fue interrumpido.
— Perdón por molestarte, pero la hora del almuerzo ya pasó y no te vi, así que decidí traértelo yo mismo —un Felix totalmente sonrojado se encontraba en la puerta.
— Pasa... —le indicó el pelinegro—. Por favor, siéntate.
El rubio dejó el plato en una pequeña mesa que había ahí y buscó una silla para poder acomodarse.
— Desde muy temprano estás aquí —dijo Felix mientras observaba lo que su cuñado había realizado.
— Tenía que adelantar unos cuadros y además estoy muy inspirado —Hyunjin le dio su primer bocado a su comida bajo la atenta mirada del rubio.
— Son muy lindos.
— No tanto como tú —atacó el pelinegro.
Estaba de más decir que a Hyunjin le encantaba decirle al pecoso lo hermoso y valioso que era en diversas ocasiones.
— Felix... Sé que no sueles salir mucho de casa, pero hoy hay una exposición de un artista que me gusta mucho y me gustaría poder llevarte. ¿Es posible?
No es que no le gustara salir de casa, pero lo hacía para no tener problemas con su esposo, aunque con Hyunjin se sentía muy seguro.
— Sabes que no quiero tener problemas con Eunwoo.
— Lo sé, pero será muy rápido. Iremos a ver un momento y luego te traeré sano y salvo.
La expresión del menor fue de total confusión al no saber qué decisión tomar. Por primera vez tenía ganas de realizar una actividad como esa y quería acompañar a Hyunjin a esa exposición.
— Está bien, pero no puedo dejar a Seojun.
— Está bien, entonces el pequeño Seojunie irá con nosotros.