Han pasado algunos días desde la graduación de la secundaria. Despedirse de sus amigos, quienes tomaron rumbos diferentes, fue difícil, pero todos prometieron seguir en contacto a pesar del tiempo y la distancia. Itadori, quien se encontraba en casa, sentía la desolación causada por la ausencia de su abuelo. Aunque era un cascarrabias, desde su ingreso al hospital, el hogar se había vuelto monótono y vacío.
Itadori decidió ocuparse de las tareas domésticas para mantener su mente ocupada. Comenzó barriendo el suelo de la sala, moviendo meticulosamente la escoba para asegurarse de no dejar ningún rincón sin limpiar. El suave raspar de la escoba contra el piso le daba una sensación de tranquilidad, aunque efímera.
Después de barrer, Itadori se dirigió a la cocina. Decidió preparar una comida sencilla pero reconfortante: un guiso de verduras con arroz. Lavó y cortó las verduras con precisión, recordando cómo su abuelo le había enseñado a hacerlo cuando era pequeño. Mientras las verduras se cocían a fuego lento, se permitió un momento de reflexión, observando el burbujeo del guiso que llenaba la cocina con su aroma cálido y hogareño.
En el intermedio, se ocupó de lavar la ropa. Separó las prendas por colores y tipos de tela, recordando nuevamente los consejos de su abuelo sobre cómo cuidar mejor la ropa. Mientras la lavadora hacía su trabajo, Itadori aprovechó para ordenar su habitación. Guardó cuidadosamente los recuerdos de la secundaria: fotos, cartas y pequeños regalos que sus amigos le habían dado.
De pronto, un aviso le llegó. De un brinco, se dirigió a la entrada de su hogar, observando el buzón con su apellido grabado. Entre todas las cartas apiladas, una en particular llamó su atención, diferente a las demás. Por un momento, el tiempo pareció detenerse y una presión intensa se acumuló en su frente, haciendo que el sudor se deslizara por su rostro.
Desde la entrada, vio al cartero alejarse sin decir nada, montando su bicicleta y desapareciendo en la distancia, como un espectro silencioso que acababa de dejar una carga pesada.
Entró a la casa con la carta en mano, sintiendo un temblor recorrer su cuerpo. Las emociones se agolpaban dentro de él, y sus expresiones faciales mostraban una mezcla de confusión, ansiedad y temor. Cerró la puerta detrás de sí y caminó lentamente hacia la sala, cada paso acompañado por un latido acelerado de su corazón.
Se sentó en el sofá, la carta aún en su mano, y la miró fijamente. Sus dedos temblaban ligeramente mientras pasaba la yema de sus dedos sobre el sobre, sintiendo el relieve de la tinta. La incomprensibilidad de la situación se reflejaba en su rostro, y por un momento, no supo qué hacer. La carta parecía más pesada de lo que realmente era, cargada de un significado desconocido que le oprimía el pecho.
Finalmente, con un suspiro profundo, decidió abrir la carta, enfrentándose al misterio que contenía. Con un suspiro profundo, Yuuji abrió la carta con manos temblorosas y comenzó a leer en voz alta, tratando de calmar el torbellino de emociones en su interior.
—Yuuji Itadori, por este medio se le hace llegar esta información —empezó a leer, su voz vacilante al principio.
Hizo una pausa, intentando procesar lo que leía, y continuó: —Por parte de la dirección escolar de la preparatoria Itan...
Las palabras resonaban en su mente, cada una de ellas cargada de una mezcla de asombro y incredulidad. Sentía el peso de las expectativas y la incertidumbre sobre sus hombros.
—...usted ha sido aceptado...
El impacto de esas palabras lo hizo detenerse nuevamente. La aceptación en la preparatoria Itan era un cambio significativo en su vida, una oportunidad nueva y desafiante. Su mente se inundó de imágenes de nuevos comienzos, amistades por forjar y obstáculos por superar.
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Komi-san Can't Exorcise (Komi-san x Jujutsu Kaisen)
FanfictionCuando la fusión de dos historias destinadas a no cruzarse surge de la aleatoriedad, se unen para emprender un viaje único y extraordinario. Yuji Itadori, un adolescente de 15 años, es admitido en la preparatoria Itan, una institución que acoge a es...