Cap. 18.5 | ¿Quién se llevó a Yuji Itadori? P.2

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¿Qué es lo último que escuchas al morir? ¿Una sierra? ¿Un susurro? Es un destino inexplicable para aquellos que siguen existiendo en un plano físico. Y aun así, cuando el tiempo se detiene en el pensamiento, listo para alcanzar el más allá, no todos tienen el mismo destino.

El tiempo, el espacio, las sensaciones... Todo parecía suspendido en una burbuja de incertidumbre. ¿Había pasado un rato? ¿Una eternidad? ¿Una vida? Yuji no lo sabía. Lo último que recordaba con claridad era el suspiro de su propio cuerpo, sangrante, colapsando en el suelo, con una amarga y dulce despedida hacia sus compañeros. O al menos, eso era lo que creía.

Oscuridad. Silencio. Una pausa en la existencia misma. Su mente flotaba entre fragmentos de recuerdos rotos y voces distantes. Pero, por encima de todo, lo que dominaba ese vacío era una sensación de abandono. Como si su cuerpo y alma hubieran sido separados bruscamente, dejándolo en un limbo inquebrantable.

De repente, un eco siniestro se elevó desde lo alto de una montaña oscura. La voz, áspera y profunda, resonaba como un rugido contenido en el vasto abismo. Cada palabra parecía desgarrar el vacío que los rodeaba. Y entre esas sombras, una figura apenas visible esbozaba una sonrisa llena de malicia, afilada como una cuchilla.

—¡Mocoso! —rugió la voz imponente de Sukuna, rompiendo el silencio.

Yuji, apenas recuperando la visión, parpadeó con dificultad. Levantó la mirada, sus ojos enfocándose lentamente en su entorno. El "más allá" no era la paz que muchos imaginarían. En su lugar, era una prisión de proporciones abrumadoras. Las formas de huesos gigantescos, costillas y columnas vertebrales, se extendían como un laberinto infinito en todas direcciones, colgando en el vacío como si el mundo mismo estuviera sostenido por los restos de seres antiguos.

El aire olía a muerte, y al mirar hacia abajo, Yuji sintió la humedad espesa de la sangre bajo sus pies. Estaba de pie sobre una pila de huesos blanqueados, cada cráneo y vértebra brillando con un fulgor sombrío.

Allí, sentado en la cúspide de aquella montaña de huesos, estaba el Rey de las Maldiciones, Sukuna. Desde lo alto, lo miraba con una sonrisa que helaba la sangre. Su presencia era abrumadora, y su aura, más pesada que la muerte misma, lo rodeaba como una tormenta oscura.

 Su presencia era abrumadora, y su aura, más pesada que la muerte misma, lo rodeaba como una tormenta oscura

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—No me mires desde abajo sin mi permiso —añadió Sukuna con una sonrisa confiada—. Es molesto, mocoso.

Itadori, con una determinación ardiente en los ojos, no se quedó callado: —Pues baja hasta aquí y te miraré desde arriba.

Sukuna, entretenido, lo miró con calma. —Estás siendo bastante hostil, ¿no crees?

—¿Cómo no serlo? Acabas de matarme, —respondió Itadori, la ira en su voz clara.

—¿Y no me das las gracias por haberte sanado el brazo? —se burló Sukuna.

—¡Me arrancaste el corazón justo después! —gritó Itadori, su paciencia al límite.

Komi-san Can't Exorcise (Komi-san x Jujutsu Kaisen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora