Papá divide su vigilancia entre mi hermano y yo, ambos en lugares distintos en la sala del pequeño recinto. Un oficial asoma en mi campo de visión una biblia mientras pregunta.
—¿Jura usted decir la verdad y nada más que la verdad?
Su voz gruesa retumba en el espacio cerrado, al tiempo que sus ojos oscuros se posan en mi rostro. Hay cierto aire de morosidad y lujuria en sus facciones qué me hacen buscar dentro de los asistentes a mi balsa de salvación.
Una sonrisa se asoma en mis labios, una vez mi mirada ha chocado con mi nana. Envuelta en un traje gris, cabello recogido en un estricto peinado y aun con marcas de lágrimas, logra corresponder a mi sonrisa y asentir. Gesto qué me hace recordar el consejo dado hace apenas unas horas, cuando nos preparamos para acudir al juicio en contra de mi hermano.
«—Alfred ha destruido la vida de Ludov, no permitas que haga lo mismo con la tuya.»
Hasta ese instante, creí que nadie sabría que escuché a mi padre y hermano hablar esa fatídica noche. Aún no sé cómo enteró, al respecto, solo aseguró que fue fácil llegar a esa conclusión. Mis actos me delataron, ante mi tensión, aseguró que nadie más lo sabía, se había encargado de cubrir los errores que me podían delatar.
—Lo juro. —respondo cuando he encontrado la voz.
Mi respuesta llega con la revelación de lo que debo hacer y desvío la mirada de mi nana posando en mi padre. Miles de advertencias se muestran en su rostro tenso y manos empuñadas, a mi memoria llega todas las veces que ese puño ha recaído sobre mí.
Con odio y furia.
La frialdad con la que escuchó el relato de mi hermano esa noche, junto con la certeza que él tuvo que ver con lo sucedido. No tengo como probarlo y quizás nunca lo haga, es posible que jamás pague por ello, pero me doy por realizada si logro huir de sus fauces.
—¿Su nombre?
Una voz masculina me trae de vuelta a la sala y me veo siendo observada por un individuo en traje gris y cabello planteado. Vigila mi rostro sin parpadear, un comportamiento que tiene el juez y los miembros del jurado.
—Luisa Vass Nevill.
El desconocido afirma y gira señalando hacia Ludov qué presencia el interrogatorio con rostro ausente ¿En qué momento pasó de amar profundamente a Ana a quererla muerta? ¿Cómo hizo mi padre para lograrlo?
—¿Parentesco con el acusado?
—Hermana. —hablo en el tono más neutral que encuentro.
Mientras respondo las preguntas de quien ahora sé, es el abogado de los Edevane. Los padres de la novia de mi hermano, la mujer que maltrató hasta dejarla al borde de la muerte. Una familia modesta, creyente y a los que no conocía, como a la gran mayoría de los habitantes del pueblo. Mi carcelero me prohibía salir de los terrenos de la casa grande o entablar amistad con alguien distinto a mis profesores y personal de servicio.
Mis estudios fueron en casa y todo lo que debía saber sobre el hogar, corría a cargo de mi nana. Alfred Vass, estaba convencido de que el sitio para una mujer era la cocina y yo no era la excepción.
—Responda la pregunta señorita Vass —la enérgica voz del juez me hace parpadear varias veces y acomodarme en la silla.
—Lo siento —me excuso —¿La repite, por favor? —le pido al hombre que, afirma en silencio e ingresa una mano en sus bolsillos mientras mece su cuerpo ayudándose con sus talones.
—¿Dónde estaba el día del ataque?
Mi mirada viaja a mi padre que entorna los ojos, luego voy tras mi hermano, pero está demasiado derrotado para verme. "—Estabas dormida, no me importa con quién te revolcabas a esas horas, dirás que estabas dormida."
ESTÁS LEYENDO
Indomable
RomancePatrick se ha resguardado en la tranquilidad que su soltería y el rancho Mallory le brindan; jamás imaginó que ayudar a una mujer y su caballo tirarían a tierra esos deseos. Luisa es una mujer hermosa, envuelta en una nube de misterio y mucha rebel...