Capítulo 24

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Aceptó el compromiso, dejó que le ingresara el anillo y correspondió de manera efusiva al beso ¿Por qué me siento inconforme? ¿Se vio forzada a aceptar? Existe un alto grado de posibilidad de que esto último sea correcto. Con ese pensamiento cruzando mi cabeza, la observo abrazarme.

—Felicidades, jefe.

Tomas o Tom, como cariñosamente le decimos, estrecha mi mano y me muestra el puño para que le golpee. La felicidad en todos es evidente, contrastando con la mía, que no deja de recordar el pánico en su rostro al verme sacar el anillo.

—Se lleva usted una joya, señorita, espero sepa apreciarla —le dice Fred a una Luisa que no ha dejado de reír.

—Me encargaré de hacerle un excelente estuche —le responde viéndome a los ojos.

—Que no sea un ataúd —habla alguien dentro de los chicos y su respuesta es un mohín.

Salvador grita un "larga vida a los novios" desde algún punto del rancho y los silbidos que le siguen a esa frase me hacen reír por primera vez. Sonrisa efímera, sigo sintiendo el sabor amargo a la derrota cada minuto que pasa.

Dentro de mis planes, ella aceptaba, estaría feliz por saber que sus sentimientos eran correspondidos. Luisa, al igual que este perdedor, estaba enamorada, su deseo era el mismo que el mío. Es decir, unirnos para siempre y formar un hogar.

Ella no me rechazaría, ni se asustaría al ver el anillo y menos, tardaría en responder. Alejo la mirada de la suya al divisar a mis padres avanzar hacia el grupo. Hace tan solo unos minutos se habían enterado de que le pediría matrimonio a Luisa. Mamá estuvo más que feliz, papá fue reflexivo.

Aseguró era demasiado pronto y podría asustarla, no dudaba que me quisiera, lo que le perturbaba es que ella no reconociera ese sentimiento. Controlo los latidos de mi corazón inspirando, inspirando y respirando tantas veces como la capacidad de los pulmones me lo permiten.

—¡Enhorabuena! —grita mi madre con las manos abiertas para recibir a Luisa, papá es discreto, limitándose a sonreírle y dejar un beso en su frente.

—Has escogido un excelente compañero de viaje —le dice mientras lo hace, acto seguido avanza hacia mí con el grupo dispersándose.

Hice un viaje a París, solo para descubrir mi novia estaba casada y había formado un hogar. Pese al fuego que consumía mis entrañas, logré sentarme en la misma mesa que ella y su pareja, ser presentado como un amigo y fingir serlo. Al salir de esa reunión, borré mensajes, fotos, números de teléfono y cualquier cosa compartida con ella.

Dolió hacerlo, pero lo logré sin problemas, hoy, puedo decir con orgullo que es ella la que envía mensajes por redes que no leo ni respondo. ¿Por qué no sucedía lo mismo con luisa?

La respuesta resulta simple a la vista, no por eso deja de resultar agresiva y difícil de aceptar teniendo en cuenta el resultado. No amaba a Yalitza, el motivo para quererme casarme era llevado por la lujuria y el deseo. Lo que siento por Luisa, es más dulce, intenso por momentos, obsesivos, otros, pero en todos, me motiva el deseo de hacerla feliz.

—¿Cómo te sientes? —pregunta papá al llegar a mí y abrazarme —felicitaciones, hijo.

—Debí preguntarte primero —acepto.

—Nada enseña más que equivocarse —menciona palmeando mis hombros —aceptó el anillo, eso es bueno.

—La forcé al buscar público —acepto —de hacerlo en privado, otro sería el resultado.

—Lo dudo —comenta, sonriendo.

—¿Vienes con nosotros? —desea saber mamá con Luisa tomada de la mano —le daremos la noticia a Magdalena.

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