Capítulo 26

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—¿Qué tenemos? —le pregunto a Amaia al llegar al lugar en donde atienden a Delilah.

—Me arriesgo a especular que se trata de envenenamiento —me dice inyectándola —es increíble que alguien se ensañe con un animal indefenso.

—¿Qué le has dado? —increpo ignorando su queja.

No es momento de hacer monólogos sobre la basura que es la humanidad, no cuando hay una vida en riesgo ¡Y qué vida! Le lanzo una mirada a Luisa, está abrazada a sí misma y apoyada en un costado.

No se acerca al sitio, pero permanece atenta a cualquier movimiento. En todo lo que pensé de camino a casa es que ella dejó a un lado su sufrimiento, preocupada por mí y en lo imbécil que fui.

Debía resarcir mi error y que mejor manera, que darle salud a su amada Delilah. Papá recibe una llamada, pide excusas y se aleja, dejándome solo con Amaia y una silenciosa Luisa. Observo el interior del bolso de Amaia, un objeto con extracto de un líquido.

—¿Le has inyectado algo? —le pregunto regresando la mirada a ella.

Enumera lo que le ha dado y ninguno de lo que escucho se asemeja a lo que veo.

—¿No tienes que ir con Rose? —le pregunto a Amaia viendo la hora —te esperan al medio día —le recuerdo tomando el objeto de su bolsa y ocultándolo.

—Les llamaré —me dice —entenderán cuando les explique. —niego.

No es necesario que sacrifique un excelente cliente, ya hizo demasiado con estabilizarla. Delilah hace parte de mis obligaciones, Tom debió alertarme a mí y no a ella.

—Puedo manejarlo —le calmo—si necesito una mano, Luisa puede ayudarme —señalo a la aludida que afirma con duda.

—¿Estás seguro? —mira a Delilah y luego a mí —no tengo problemas en quedarme.

—Lo sé y te lo agradezco —insisto —me sentiré mejor si tu rutina no se vio afectada.

—Les llamaré más tarde —promete —o vendré si salgo con tiempo.

—Gracias —le digo retomando mi labor —esta chica estará trotando dentro de poco.

—Eso espero —duda —hay que hablar con los chicos, lo sucedido no es normal, si es algo que ella consumió, los demás animales corren peligro.

Amaia se aleja no sin antes despedirse de Luisa que le da las gracias. Lo último que vi fue su cuerpo reclinarse en las paredes de lugar y deslizarse hasta quedar sentada en el heno.

—Debiste decirme lo que sucedía.

—Olvidé lo que me llevó a la casa —su confesión me hace verla un instante y la encuentro jugando con el heno a su alrededor —me afectó verte así.

—¿Golpeado?

—Herido —corrige —sé lo que siente, hay palabras que duelen más que los golpes.

—¿Te refieres a Alfred? —no puedo evitar preguntar.

—De él no solía esperar nada —comenta —me refiero a la nana y a mi hermano.

La nana, no recuerdo que alguna vez hablara de ella, siempre habla de su hermano, de Alfred y del rancho. Jamás ha mencionado a una nana, mi interés por ese detalle se aísla al concentrarme en traer a Delilah de vuelta.

****

Luisa me hizo compañía en las siguientes horas, pero no formuló palabra alguna. Estuvo atenta a mis movimientos, pero no daba señales de incorporarse. Solo cuando me vio sacarle sangre decidió romper el silencio.

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