𝟏𝟎

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𝐂𝐨𝐧𝐭𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨 +𝟏𝟖

Naerys miraba la habitación de Aemond en silencio. Era enorme, un poco más grande que la suya, pero no tan grande como la que tenía en Rocadragón. Las luces provenientes de velas iluminaban a la perfección el escritorio y las esquinas, mientras en medio la oscuridad reinaba, creando un contraste que hacía la atmósfera aún más íntima y misteriosa. La habitación estaba decorada con objetos que reflejaban el gusto refinado y austero de Aemond: armas antiguas, libros encuadernados en cuero y tapices con emblemas de la familia Targaryen.

Naerys sentía el corazón acelerado. Su madre, Rhaenyra, le había dicho lo mismo que Cassia: "Deja que tu esposo sea quien te guíe". Pero estaba tan nerviosa que incluso quería salir corriendo. Cada paso que daba en la habitación parecía resonar en su mente, un eco de sus dudas y temores. La suavidad del vestido que llevaba, aunque hermoso, le resultaba casi sofocante en ese momento, como si cada prenda fuese un peso añadido a su creciente ansiedad.

Aemond, por su parte, se mostraba tranquilo o al menos eso quería aparentar. Cuando la miró caminar por su habitación, observando cada detalle, no pudo evitar encontrarla interesante. Pero internamente, estaba debatiendo lo que debería hacer a partir de ahora. Había prometido a su madre que nunca sentiría algo por alguien como Naerys, que mantendría su corazón frío y distante. Sin embargo, había mentido, porque la verdad era que Naerys parecía volverlo loco. Cada movimiento suyo, cada gesto, despertaba en él emociones que había intentado reprimir.

Aemond se acercó lentamente, sus pasos firmes pero cautelosos. Naerys sintió su presencia antes de verlo a su lado, un calor que contrastaba con el frío de la habitación. Cuando ella se giró para mirarlo, sus miradas se encontraron.

"¿Aún te molesta el vestido?" preguntó Aemond, su voz baja y suave, casi un susurro. Naerys apenas pudo responder, asintiendo con un leve movimiento de cabeza, pues las palabras parecían atrapadas en su garganta. La opresión del corsé le dificultaba tanto el respirar como el hablar. "Déjame quitártelo."

Las mejillas de Naerys ardieron al escuchar la oferta de Aemond, pero no dijo ni una palabra. En cambio, se giró lentamente, dándole la espalda, y sujetó su largo cabello plateado, levantándolo para facilitarle a Aemond el acceso a los lazos de su vestido. Él, con una delicadeza que contrastaba con su usual comportamiento severo, comenzó a deshacer los lazos uno por uno, su toque firme y seguro. Cada nudo que soltaba parecía liberar a Naerys de una pequeña parte de la tensión que la embargaba.

Finalmente, el corsé se aflojó y Naerys dejó escapar un suspiro de alivio. El vestido, pesado y elaborado, se deslizó por su cuerpo, cayendo al suelo en un susurro de seda y brocados. Quedó de pie, vestida solo  en una fina camisola y una enagua.

Aemond la miró con ojos llenos de deseo, y con una audacia que la hizo estremecer, trazó el contorno de su cintura con su mano, deslizando sus dedos por la suave curva de su piel. Naerys se sobresaltó ante el contacto, su piel encendiendo chispas de sensación bajo el toque de Aemond.

Naerys se giró lentamente, sus movimientos medidos, y se apartó del vestido que yacía en el suelo. Su acción la llevó más cerca de Aemond, sus cuerpos ahora apenas separados por un suspiro. Los ojos de Naerys, grandes y expresivos, reflejaban curiosidad, pero no miedo. Aemond, aliviado de no ver temor en su mirada, alzó una mano para tomar su rostro con suavidad, sus dedos acariciando su mejilla mientras la acercaba hacia él.

Sin más preámbulo, Aemond la besó. Aunque Naerys ya había sentido sus labios antes, este era su segundo beso, y la sensación aún era nueva para ella. Titubeó, insegura, tratando de seguir el ritmo impuesto por Aemond. Él, notando su vacilación, suavizó el beso, dándole tiempo para adaptarse. Sus labios se movieron con una sincronía que pronto se volvió natural, y Naerys sintió cómo la tensión en su cuerpo se disolvía, reemplazada por una calidez creciente que se extendía desde su pecho hasta la punta de sus dedos.

𝐍𝐚𝐞𝐫𝐲𝐬 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧  | 𝐀𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora