Naerys se acercó lentamente a la cama de su abuelo, donde el rey Viserys yacía con la respiración entrecortada, pero sus ojos aún mantenían una chispa de calidez cuando la vio. La habitación estaba envuelta en una penumbra tenue, con velas parpadeantes que iluminaban apenas los rincones, creando sombras danzantes sobre los muebles antiguos. A su lado, Aemond permanecía firme. El contraste entre la fría compostura de Aemond y la ternura de Naerys era palpable, como dos mundos opuestos que sólo ella sabía cómo unir.
"Abuelo," susurró Naerys con suavidad, acercándose al lecho de Viserys. Su voz era apenas un eco en la sala silenciosa, pero lo suficientemente clara como para que el rey la escuchara. Los ojos de Viserys, ya cansados por el tiempo y la enfermedad, se iluminaron al verla.
Con una delicadeza casi reverencial, Naerys tomó la mano de su abuelo, arrugada y frágil como una hoja de otoño, y la llevó hacia su vientre, donde una nueva vida comenzaba a crecer en su interior. La piel cálida de Naerys contrastaba con el frío toque de Viserys, y por un momento, la esperanza pareció florecer en el rostro fatigado del rey.
Aemond, que observaba desde la distancia, mantenía su postura seria, su mandíbula tensa, aunque sus ojos, brevemente, revelaron una emoción que sólo Naerys podía percibir. Ella lo conocía mejor que nadie; detrás de ese rostro de hielo y dureza, había un hombre que la amaba profundamente, aunque siempre se empeñaba en ocultarlo. Era un secreto compartido entre ambos, una conexión tan profunda que no necesitaba palabras.
Viserys, con su respiración trabajosa, susurró con la voz quebrada por la enfermedad: "Los dioses me han premiado... podré verlos con un nuevo miembro de la familia." Una débil sonrisa se dibujó en sus labios, y Naerys, con los ojos llenos de ternura, le devolvió una sonrisa.
"Lamento no haber venido a verte antes," murmuró Naerys, mordiéndose el labio mientras luchaba por contener la verdad que amenazaba con desbordarse. Había tantas cosas que deseaba decirle a su abuelo, tantas verdades ocultas tras los muros del castillo, pero sabía que no podía. Alicent, siempre presente y siempre vigilante, había ordenado que ciertos secretos no salieran a la luz. "Pero estaré aquí, te lo prometo. De hecho, vendré a verte cada vez que haya algo nuevo... Alicent dijo que podría visitarte, ¿verdad, majestad?"
La mención del nombre de Alicent provocó una tensión sutil en la habitación. Aemond, aunque permaneció en silencio, observaba la escena con atención, mientras que Alicent, de pie en el umbral, escuchaba cada palabra con el ceño ligeramente fruncido. Cuando los ojos de Viserys se posaron sobre ella, la reina madre forzó una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "Sí," asintió con una frialdad apenas disimulada, "Viserys también quiere estar atento a cómo se desarrolle la criatura."
Su tono era cortante, y aunque sus palabras eran de aprobación, había algo en su voz que Naerys no podía ignorar. Alicent siempre tenía una agenda oculta, siempre calculando cada movimiento, cada palabra. Suspiró, dirigiendo una mirada fugaz a Naerys y luego a su hijo, Aemond, antes de añadir con un toque de autoridad: "Yo creo que ambos necesitan descansar. Tu abuelo está débil, y tú, Naerys, debes cuidarte también. No es momento de sobrecargarse."
Naerys asintió, aunque su corazón pesaba. Sabía que las visitas a su abuelo serían limitadas, controladas por la voluntad de Alicent. Aemond se acercó a Naerys con pasos firmes pero cuidadosos, como si temiera quebrar algo frágil. La tomó de la mano, sus dedos envolviendo los de ella con una suavidad inusual en él. La séptima luna de su embarazo comenzaba a reflejarse en su vientre, que ahora estaba más pronunciado, haciéndola lucir radiante y poderosa al mismo tiempo. Sus miradas se encontraron por un instante, y en ese breve intercambio de silencios, ambos compartieron una comprensión tácita, una conexión que solo aquellos que esperaban una nueva vida juntos podían experimentar.
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𝐍𝐚𝐞𝐫𝐲𝐬 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧 | 𝐀𝐓
FanfictionLa inocencia de Naerys la convierte en la joya más preciada de Rhaenyra, quien, a pesar de su deseo de forjar hijos fuertes, no puede evitar proteger a su pequeña de los peligros del mundo. Envolviendo a Naerys en un manto de amor, Rhaenyra intenta...