𝟎𝟕

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𝑫𝒆𝒔𝒆𝒎𝒃𝒂𝒓𝒄𝒐 𝒅𝒆𝒍 𝑹𝒆𝒚

Naerys miró a su alrededor mientras avanzaban por el pasillo principal del castillo, el cual le parecía extrañamente desconocido. A decir verdad, sus recuerdos en ese lugar se iban desvaneciendo con el paso del tiempo, convirtiéndose en meros fragmentos de lo que alguna vez fueron. La sensación de familiaridad se mezclaba con la de extrañeza, creando una especie de vacío en su mente. A su lado, Jacaerys y Lucerys caminaban en silencio, atentos a cualquier cosa que pudiera ocurrir. La tensión era perceptible, y aunque intentaban mostrarse calmados, la inquietud se reflejaba en sus ojos.

El aire estaba cargado de un silencio incómodo cuando entraron al castillo, un silencio que solo era interrumpido por el eco de sus pasos sobre el mármol. Lucerys no se despegó ni un momento de Naerys, su presencia era constante y protectora. Sin embargo, Naerys podía sentir el temblor sutil en su mano, una señal clara de que el miedo que trataba de ocultar lo consumía internamente. A pesar de su juventud, quería mostrarse valiente y ser un apoyo para su hermana, aunque la situación le resultara abrumadora.

"Rhaenyra," la voz de Alicent se escuchó desde las escaleras, rompiendo el silencio de manera abrupta. Todos alzaron la mirada hacia ella.

Rhaenyra, que se encontraba al centro rodeada de su familia, respondió con un tono neutro y calculado, su voz con una calma que parecía más un escudo que una verdadera manifestación de tranquilidad. "Majestad," dijo, buscando evitar cualquier confrontación innecesaria, esforzándose por mantener una compostura diplomática. Quería que su estadía en el castillo transcurriera sin conflictos, aunque sabía que la paz sería un logro difícil de alcanzar.

Naerys también alzó la mirada, encontrándose con los ojos de Alicent, quien los observaba desde lo alto con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Naerys recordaba bien esa sonrisa; la había visto muchas veces antes. Sabía que era fingida, una máscara que Alicent usaba cada vez que los veía. Lo había descubierto cuando era niña, observando a Alicent con Viserys. La reina sonreía, pero en cuanto se creía a solas, su rostro se tornaba serio y frío.

A su lado, Aegon se mostró con una sonrisa amplia, casi burlesca, que no pasó desapercibida para Lucerys. La forma en que Aegon recorrió con la mirada a Naerys, desde sus pies hasta sus pechos, fue notoria y claramente despectiva. Lucerys, cuyo deber era proteger a su hermana, se interpuso con firmeza frente a ella, una postura protectora que era evidente para todos. Naerys, desconcertada por el gesto de su hermano, dirigió su mirada hacia él, sin comprender del todo la causa de su repentina reacción.

Helaena, por otro lado, observaba a Naerys con una expresión de sincera emoción. Había alzado la mano en un gesto de saludo, pero su entusiasmo se desvaneció casi de inmediato al notar la seriedad de los demás presentes. La indecisión en su rostro era palpable, y su mano, que había estado en el aire, bajó lentamente. Naerys le respondió con una corta y amistosa sonrisa.

Finalmente, la mirada de Naerys se posó en Aemond. Desde que se había levantado con su familia, Aemond no había desviado la mirada de ella ni por un instante. Aunque Lucerys se encontraba interponiéndose entre ambos, Aemond mantenía su enfoque fijo en el rostro de Naerys, sin permitir que su mirada vagara por su vestido como había hecho Aegon. Su expresión era impasible, imperturbable, como si estuviera observando una escena que no le afectaba en absoluto. 

Naerys, a su vez, sintió una curiosidad inquietante al notar cómo él la miraba, notando los cambios evidentes en él. Aemond ahora portaba un parche en el ojo que le daba un aire de misterio y peligro, recordándole a Naerys las heridas que sus propios hermanos le habían causado en el pasado. Ante tal recordatorio, decidió desviar la mirada y enfocarse en su madre, buscando algún consuelo en su presencia.

𝐍𝐚𝐞𝐫𝐲𝐬 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧  | 𝐀𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora