XIV

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La rubia mujer se encontraba llorando mientras comía postres de manera preocupante, la reunión había sido un completo fracaso mientras que había dejado en ridículo su imagen y la del resto de Emperadores. 

"Soy un asco como gobernante." pensó mientras se llenaba la boca de pastel.

La puerta se abrió para dejar ver a aquel hombre de negro cabello y alta estatura, se trataba de Aday. Victorya derramó más lagrimas y extendió los brazos en su dirección mientras hablaba con la boca llena.

-¡Deigc!.-Lloriqueó mientras el ojiazul cerraba la puerta detrás de sí y se acercaba a ella, sentandose a la par.

La joven híbrida comenzó a explicar todo aún con la boca llena mientras con su arpón se servía más jugo frutal en la copa.

-Muy bien, mírame, Victorya... hey... Tory mírame.-La mirada aguamarina se posó en él.-Primero debes tragar, luego beber y comer más despacio.-La rubia trago duro y luego bebió el jugo.-Ahora, explica todo de nuevo, que no te entendí.

-Es que...-Sollozó.-L-Lo arruiné todo...-Se tapó la cara.-¡Drake no puede vivir con una mujer tan desastroza como yo! ¡No soy digna de su amor!.-Lloriqueó mientras el ojiazul suspiraba.

-No Tory, no te dejaré de amar solo por que... ¿Qué se supone que hiciste?.

Victorya comenzó a explicar todo de nuevo, exagerando en algunas partes.

-¡Y-Y me dijo que m-mis descendientes iban a ser una desgracia!.-Se lanzó a los fuertes brazos de su esposo.-¿Y que pasará ahora? ¿Y si manda a un sicario a matarme? ¡¿Y si manda a un sicario para matar a Israel?!.-Miró al pelinegro asustada.-¡Sebastian es muy pequeño para cargar con esa carga!.-Volvió a esconderse en su pecho llorando.

-Nadie va a matar a nadie, cálmate, estás muy paranoica.-Le acarició el cabello para tranquilizarla.-Ya deja de llorar, linda, te vas a resfriar.

La rubia lo miró con los ojos llorosos y su maquillaje corrido.

-Nadie quiere que te enfermes...-Pasó su mano en su rostro, peinando un mechón de cabello hacia atrás.-¿Sí?.

-Mhm...-Asentió mientras se llavaba a la boca otro pedazo de pastel.

Mientras tanto, en el palacio del Emperador, el príncipe estaba tocando en su pequeño órgano mientras Violet miraba a Leo pasearse de un lado a otro, maldiciendo.

-¿Qué se supone que pasó Leo?.-Habló la princesa.

-¡Ese estúpido bolas arrugadas!.-Exclamó, haciendo que Israel desafine.-¿Cómo puede decirle esas cosas a Tory?.

-¿Que le dijo?.-El rubio habló desde su habitación mientras tocaba una melodía suave y un poco melancólica.

-Cosas desagradables, tal vez el viejo inútil no cojió a gusto con esa perra de tetas arrugadas.

-¿Tienes algún problema con las cosas arrugadas o qué?.-Preguntó la ojiblanca.

Leonard se paró y pasó las manos por su rostro y peinó su cabello hacia atrás mirando hacia arriba, dejando salir un suspiro.

-Ah... cállate Violet.

-¿Por qué no hablan de otras cosas? A ver si así te callas un poco Leo.

-Pero toca algo lindo de fondo.-Comentó la princesa.

Leo se sentó a la par suya, tirando la cabeza hacia atrás mientras se quejaba internamente.

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