Capitulo XX

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Acciones, miedos y desiciones.

★ (Artem) ★

Hace un rato que me encontraba solo en el parque, Auritz ya se había ido a su casa, estuve a punto de hacer lo mismo cuando una llamada me interrumpió, al leer el número supe que algo no cuadraba, esa mujer de verdad que era horrible.

— Hola Narel, ¿Para que me llamas?

— Hola Artem, ¿Estás solo?

— Claro, ¿Qué es lo que quieres?, nunca me llamas porque lo harías ahora.

— Quiero hablar contigo, ya se que empezamos con el pie izquierdo y todo eso, también se que el comprometerte con mi hija sin que la conozcas fue mala idea pero puedo hacer que cambies de opinión.

— No puedes, ni siquiera intentes hacer que cambie de opinión.

— Tal vez pueda hacerlo, puedes venir mañana a mi casa, no te estoy preguntando te lo estoy ordenando, de lo contrario te enterarás de mis planes antes de tiempo.

— ¿Qué piensas hacer?

— Nada, por ahora, nos vemos mañana.

— Nos vemos.

Sabía dónde vivía, había ido a esa casa más veces de las que puedo contar, pero está vez era diferente, tenía el presentimiento de que algo malo iba a pasar.

Me fui del parque y regrese al apartamento donde me estaba quedando, tenía algunas cosas que hacer por lo que no tuve la oportunidad de dormir hasta que eran las 2 de la madrugada, da igual, me he dormido más tarde.

Aunque estaba cansado no pude conciliar tan fácil como quise el sueño, quería dormir pero mi mente no me dejaba, aunque se que conciliaria el sueño quería que fuera ya no en una hora o dos, estuve pensando tantas cosas que hubo un punto en el que no se ni como pero me quedé dormido.

★★★

Ya había amanecido y aunque quería ir lo más pronto a casa de Narel tenía que desayunar, aunque mi desayuno constaba de una simple manzana era algo a no ir con comida en el estómago, total iba a regresar pronto, o eso creo yo.

Comencé a caminar, antes de ir a la casa de Narel pase a otro lugar, toque la puerta pero al parecer él seguía dormido, que perezoso.

Después de 5 intentos y de casi haberme rendido fue que abrió la puerta y efectivamente estaba durmiendo porque cuando abrió seguía en pijama y tenía cara de que se acababa de levantar.

— ¿Qué haces aquí? — me preguntó adormilado, ahora se estaba recargando en el marco de la puerta, de verdad que apenas y podía con su alma.

— Que falta de educación joven, buenos días, se nota que apenas te acabas de levantar.

— No me digas, quiero seguir durmiendo y tu no cooperas.

— Que pequeño tan perezoso.

— No me importa, sinceramente a mí no me gusta madrugar y menos en fin de semana.

— Solo quería venir a verte y resulta que sigues durmiendo.

— ¿Por qué en lugar de tocar la puerta no usas tú llave?

— ¿Cuál llave? — cierto hace meses habla de una llave pero no tengo ninguna llave de su casa.

— La que te di cuando vivíamos juntos.

— ¿Tenía una llave?

– Según yo sí, ¿No lo recuerdas? — guardo silencio unos segundos para comenzar a hablar nuevamente — pero la verdad tampoco me acuerdo si me lleve la llave cuando ocurrió todo.

El parque de las mariposas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora