Capitulo XV

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¿Pequeño…? (Pdv: Artem)

Estaba discutiendo con mi madre cuando en un intento de despejar mi mente salí de la casa, no mire a dónde iba pero sabía que él me estaba siguiendo.

No mire cuando cruzaba la carretera, no mire nada hasta que escuche su grito, gire a verlo y fue lo último que vi, durante un rato escuché como le gritaba a mi madre, como pedía una ambulancia, hasta que perdí la conciencia por completo.

★★★

Desperté en el hospital con un dolor de cabeza, no recordaba nada de lo que había pasado en estos últimos meses, lo había olvidado y sentía que había olvidado algo muy importante.

Mis padres entraron a verme, cuando recibieron la noticia de mi pérdida de memoria mi madre se puso a llorar, no sabía por qué.

Ella salió de la habitación para llamar a alguien, no logré escuchar pero tanto a ella como a la persona con la que estaba hablando estaban rotas.

— Artem, ¿Puedes firmar aquí? — dijo mi padre cuando me entrego unos papeles que ya tenían la firma de alguien más.

— ¿De qué son?

— Es algo importante, firma por favor.

— Claro.

Firmé los papeles en los que alcance a leer la palabra matrimonio, ahora que lo recordaba yo estaba comprometido con Adhara, no la quería ver ni a ella ni a su mamá.

— ¿Y Adhara?

— Ni ella ni su madre nos volverán a molestar Artem.

— ¿Estás seguro de eso?

— Sí hijo, ellas ya no molestarán más.

— ¿Por qué?

— Algún día lo entenderás.

— No me lo piensas contar.

— Te lo contará otra persona.

— ¿Otra persona?

— Alguien especial para ti.

En ese momento entró mi mamá, aunque solo fue para despedirse pues tenía un asunto importante.

★★★

Pasé una semana más en el hospital y apenas acababa de regresar a casa, no sé por qué, pero me dio por mirar por la ventana.

Eran las 7 y cuando me asomé lo vi, era un chico de cabello castaño ondulado, estaba triste se le notaba en la expresión, al parecer era un poco más bajo que yo y sus ojos que no podía distinguir se veían cansados de tanto llorar.

— ¿Qué miras, hijo? — preguntó mi madre.

— A alguien — dije mientras ella se acercaba a la ventana y sonreía.

— ¿Sabes quién es?

— No, pero es lindo.

— Mucho, ya lo conocerás.

— ¿Tú sabes quién es?

— Claro que lo sé, lo conozco de hace mucho y tú también.

— ¿Quién es?

— Es alguien muy especial para ti, ya lo conocerás algún día.

— Vale.

Desde ese día siempre miraba por la ventana solo para verlo, algunos días se veía triste y otros solo estaba cansado, era lindo, me gustaba verlo.

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