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Paul iba llegando a la casa de Dominique, era temprano, las seis y media para ser exactos, la tarde anterior habían quedado en irse juntos al trabajo.

Estacionó su vehículo frente a su casa y tomó su teléfono para avisarle que ya estaba allí, pero no obtuvo respuesta.

Se quedó escuchando la música que sonaba en la radio por unos minutos, hasta que decidió volverla a llamar y, al no recibir respuesta, algo de confusión comenzó a invadirlo.

Levantó su mirada hacia la casa que tenía en frente y la desvió hacia el estacionamiento pensando que quizá había salido a hacer algo, pero su auto estaba allí.

Enfocó su vista en el auto estacionado en aquel lugar cuando notó algo raro, los vidrios estaban bajos, o eso parecía.

Frunciendo levemente el ceño bajó de su vehículo y se dirigió al de la morena. Al llegar allí el sentimiento de preocupación se instaló en su cuerpo.

Ambos vidrios delanteros estaban rotos, los cristales de los mismos estaban esparcidos por la parte interior del vehículo. En el asiento del conductor no había nadie, pero en el del acompañante sí.

Allí estaba, inconsciente y con algún corte en su rostro, probablemente hecho por el roce de los cristales al quebrarse. Dio vuelta hasta su lado y abrió la puerta.

- Oye. - habló preocupado.

Colocó una mano en su rostro para girarla hacia él. Antes de que quedasen frente a frente logró ver una pequeña marca en su cuello, como un pinchazo.

Al no obtener respuesta por parte de ella comprobó su pulso, estaba bien, pero por alguna razón no despertaba.

La sacó de allí y la dejó con cuidado en el asiento del copiloto de su propio vehículo, subiéndose en el asiento restante delantero y encendiendo el motor con prisa.

La adrenalina bombeaba por sus venas mientras conducía con la bocina presionada, logrando que algunos autos cedieran el paso, pero teniendo que esquivar con movimientos bruscos a muchos otros que no lo hacían, frenar no era una opción.

Las luces de la ciudad se convertían en un borrón a través de las ventanas y el sonido de la bocina que había estado presionando todo el camino resonaba en sus oídos como un eco insistente de su desesperación.

- Aguanta, ya casi llegamos - murmuró, quería creer que podía escucharlo.

Finalmente logró ver el hospital junto a ellos.

Frenó bruscamente frente a la entrada de urgencias y de un salto salió del auto, llamando la atención de un paramédico que había allí mientras corría hacia el lado de Dominique.

Un grupo de enfermeras y médicos salió al momento para ayudarlo, llevando a la morena en una camilla mientras le hacían preguntas rápidas sobre lo que había ocurrido.

Paul apenas pudo responder mientras seguía a Dominique hacia el interior del hospital. La sala de emergencias era un caos, pero su mirada estaba fija en el rostro pálido de ella.

No era creyente pero una vez más rezaba para que estuviera bien, las anteriores veces le había funcionado.

- Caballero, ¿qué le ocurrió? - preguntó por última vez el doctor, sacándolo de un leve trance.

- No lo sé, la encontré así... - respondió con frustración. - le vi un pinchazo en el cuello, quizá eso sirva de algo. - finalizó, sintiendo cómo la desesperación amenazaba con apoderarse de él.

Los médicos lo rodearon, llevando a Dominique a una habitación de urgencias mientras comenzaban a evaluarla rápidamente, dejando al moreno allí, observando cada movimiento con nervios mientras aguardaba a que quienes la atendían le dijesen algo.

Atracción Prohibida (Domisker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora