Richard tenía un partido importante hoy, así que Néstor nos pidió a Mariana, a Lucía y a mí que cada una fuera con su jefe.
Nos subimos en el bus para llegar al estadio; el camino fue como de 40 minutos. Yo iba al lado de Lucía y Mariana al lado de Daniel. La verdad, me dolía mucho la cabeza y me dormí todo el viaje.
Al llegar, ellos se bajaron primero y, obviamente, había un montón de paparazis. Al bajarnos nosotras tres, todos empezaron a tomar fotos. Incluso uno me jaló del brazo y me puso el micrófono en la boca.
Yo solo hice mala cara y me metí rápidamente al estadio.
Ellos se fueron a cambiar y, mientras nosotras esperábamos en las gradas, el partido empezó. Desde un principio se veía que iba a ganar Colombia. Para nada los del otro equipo sabían dominar el balón.
En el entretiempo, Richard me dijo que le tuviera agua cuando terminara el partido y yo solo asentí.
Al terminar el partido, ganamos 3-0. Les dije a las chicas que me esperaran mientras llevaba el agua.
Cuando estuve a punto de entrar al camerino, los escuché hablando.
—Pff, ¿ella y yo? Nada que ver —dijo Richard con su arrogancia.
—Pues la verdad, tu asistente a mí me parece muy linda —dijo Carrascal, y yo sonreí. Ahí me di cuenta de que estaban hablando de mí.
—Claro que no, ella es tan... no sé, es rara y nunca me metería con ella.
"Qué maldito imbécil," pensé para mí misma, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza.
—Su voz es chillona, apenas va a cumplir los 19, es una niñita. Sus cejas son muy gruesas y arqueadas.
—A mí me parecen muy lindas, además las cuida —dijo Mojica.
—Su nariz es muy respingona, sus ojos grandes. Además, sus ojos verdosos con su tipo de piel morena no pegan y sus dientes rectos y blancos me fastidian. Y su pelo largo...
—¡Bueno ya! —gritó James, interrumpiendo la conversación—. Ya basta.
En ese momento, entré con mi cara seria y le entregué su termo de agua a Richard. Prácticamente se lo tiré y me retiré, conteniendo las lágrimas que amenazaban con salir. Me dolía profundamente que me juzgara de esa manera, no solo porque él no debía encontrarme atractiva, sino por la forma tan cruel en que destacó cada una de mis supuestas imperfecciones.
Al terminar de cambiarse, ellos salieron y se acercaron a nosotras.
—Ya acabó su turno. ¿Qué harán ahora? —preguntó Lucho.
—Vamos a ir a firmar un contrato porque nos mudaremos —dijo Mariana emocionada.
Mi mirada estaba puesta en la cancha. Me había dolido lo que dijo Richard. No significa que yo tenga que gustarle, pero buscarme tantos defectos, ¡qué asco!
—Qué bueno, me alegra que se muden —respondió Mojica, tratando de animar el ambiente.
—Las íbamos a invitar a comer, tú me debes una salida —me señaló Carrascal.
—Tal vez después —respondí, agarrando mi celular para que nos fuéramos.
Mientras caminábamos hacia la salida, Mariana y Lucía intentaban animarme.
—Olvídalo, ese tipo no vale la pena —dijo Lucía, abrazándome.
—Sí, tienes razón —asentí, aunque en el fondo aún me dolía.
De repente, escuché que alguien nos llamaba desde atrás. Era Carrascal, corriendo hacia nosotras.
—¡Espera! —gritó, alcanzándonos con la respiración entrecortada—. ¿Estás bien?
Lo miré sin decir nada, tratando de mantener la compostura.
—No pareces bien —dijo Carrascal, preocupado.
—Estoy bien —respondí secamente—. Solo necesito un poco de tiempo.
—Entiendo —dijo él—. Si necesitas hablar, aquí estoy.
Asentí, agradecida por su apoyo, pero sabiendo que el dolor no desaparecería tan fácilmente. Nos fuimos sin mirar atrás, dejando a Richard y sus comentarios detrás. El drama apenas comenzaba
Al llegar al coche, Mariana y Lucía continuaron intentando distraerme con anécdotas divertidas y planes para el futuro.
—¿Recuerdas cuando nos perdimos en la ciudad la primera vez que llegamos? —dijo Lucía riendo—. Pensábamos que jamás encontraríamos el camino de regreso.
—Sí, y terminamos en esa pequeña cafetería donde conocimos a Néstor —añadió Mariana—. Esos fueron buenos tiempos.
Sonreí ligeramente, agradecida por sus esfuerzos. Aunque el incidente con Richard seguía pesando en mi mente, sabía que tenía amigas que me apoyaban y eso me reconfortaba.
Esa noche, al llegar a casa, me encerré en mi habitación y revisé mi celular. Había varios mensajes de Carrascal preguntando cómo me sentía y ofreciéndome salir para distraerme. Aunque apreciaba su preocupación, no me sentía con ánimos de ver a nadie.
Pasé horas dando vueltas en la cama, pensando en todo lo que había sucedido. Me preguntaba si realmente merecía esos comentarios tan crueles y si algún día podría superar esa sensación de inseguridad que se había apoderado de mí.
Finalmente, decidí levantarme y escribir en mi diario, algo que siempre me ayudaba a aclarar mis pensamientos. Mientras escribía, me di cuenta de que no podía permitir que las palabras de Richard definieran quién era yo. Tenía que encontrar la manera de fortalecerme y demostrar, principalmente a mí misma, que valía mucho más de lo que él había dicho.
A la mañana siguiente, me desperté con una determinación renovada. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidida a trabajar en mi autoestima y a no dejar que comentarios negativos me afectaran tan profundamente. Sería un camino largo, pero estaba lista para enfrentar el desafío y salir más fuerte de esta experiencia.