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Mariana y Lucía me miraban con preocupación, pero también con esa calidez que solo las verdaderas amigas pueden ofrecer. Sabían que, aunque me sentía mejor físicamente, el peso emocional de todo lo que había sucedido aún estaba allí, latente, esperando el momento para volver a golpear.

—No tienes que agradecer nada. Sabes que estamos aquí para lo que necesites —dijo Mariana, acercándose para darme un suave abrazo.

—¿Qué planes tienes para hoy? —preguntó Lucía, intentando mantener la conversación ligera.

Suspiré, pensando en lo que debía hacer. Sabía que no podía seguir evitando a Richard para siempre, pero también sabía que no estaba lista para enfrentarlo nuevamente, no después de la tormenta de emociones que habíamos desatado el día anterior.

—Voy a tomarme el día para mí. Necesito aclarar mi cabeza y pensar en lo que realmente quiero hacer —respondí, tratando de sonar más segura de lo que realmente me sentía.

—Eso suena bien. Date tiempo, no te presiones —dijo Mariana, asintiendo con aprobación.

Decidí que lo mejor sería salir a caminar, despejarme un poco. Después de un rato, me despedí de las chicas y salí de casa, con la intención de ir a algún lugar tranquilo donde pudiera pensar sin interrupciones.

Mientras caminaba por las calles de la ciudad, mi mente no dejaba de revolotear entre los recuerdos de la pelea con Camila y mis sentimientos hacia Richard. Todo se había complicado tanto que ya no sabía qué era lo correcto, qué debía hacer.

Después de un rato, terminé en un parque cercano. Me senté en un banco y observé a las familias, a las parejas y a los niños que jugaban en los columpios. Todo parecía tan simple para ellos, tan lleno de vida y alegría. Y ahí estaba yo, tratando de deshacer el nudo en mi estómago, preguntándome cómo había llegado a este punto.

Mi teléfono vibró en el bolsillo. Al sacarlo, vi un mensaje de Richard.

—"¿Podemos hablar? Necesito explicarte algunas cosas."

Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. No estaba segura de querer hablar con él, no tan pronto, pero al mismo tiempo sabía que las cosas no podían quedarse así.

Le respondí, pero no de inmediato. Tomé varios minutos para decidirme, y finalmente, escribí:

—"Sí, pero prefiero que sea en un lugar neutral. ¿Te parece bien el café que está cerca de la oficina?"

—"Está bien. Nos vemos allí en una hora."

El nudo en mi estómago se apretó aún más. Sabía que esta conversación podría cambiarlo todo, para bien o para mal, pero tenía que enfrentarla.

Me levanté del banco y comencé a caminar hacia el café. Durante el trayecto, mi mente iba repasando todo lo que quería decirle, cómo quería abordar el tema de Camila, de la pelea, y de lo que había sucedido entre nosotros. Pero cada vez que pensaba en enfrentarlo, sentía que las palabras se atascaban en mi garganta.

Llegué al café un poco antes de la hora acordada y pedí un té para calmarme. Me senté en una mesa cerca de la ventana, donde podía ver la calle, y esperé.

Los minutos pasaron, y finalmente, vi a Richard acercarse. Parecía igual de tenso que yo, con el ceño fruncido y las manos en los bolsillos. Entró al café, y cuando me vio, se dirigió directamente a mi mesa.

—Hola —dijo, sentándose frente a mí.

—Hola —respondí, intentando mantener la compostura.

Hubo un momento incómodo de silencio, donde ambos parecíamos estar buscando las palabras correctas.

—Lamento todo lo que pasó ayer —dijo Richard finalmente, rompiendo el silencio—. Nada de esto debería haber sucedido, y menos de esa manera.

—Yo también lo siento —dije, sintiendo que mi voz temblaba—. Pero no fue solo lo que pasó ayer, Richard. Es todo... todo lo que hemos estado atravesando.

Él asintió, sabiendo que tenía razón.

—Lo sé, y sé que he cometido muchos errores. Pero necesito que sepas que nunca quise que las cosas se salieran de control así. Camila... ella se metió donde no debía, y yo dejé que lo hiciera —admitió, su voz cargada de arrepentimiento.

—No es solo Camila, Richard. Es cómo hemos manejado todo. Es como si todo lo que construimos hubiera comenzado a desmoronarse, y ninguno de los dos hizo nada para detenerlo —dije, finalmente encontrando las palabras que había estado buscando.

—Tienes razón, y no quiero que esto termine así. No quiero que lo que tuvimos se pierda por completo —dijo Richard, su tono lleno de sinceridad.

Lo miré, viendo el dolor en sus ojos, y supe que estaba siendo honesto. Pero también sabía que las cosas no podían volver a ser como antes, al menos no sin tiempo y esfuerzo.

—Richard, no sé si podemos arreglar esto, no ahora. Necesito tiempo para pensar, para sanar. Y tú también necesitas ese tiempo, para poner en orden tus prioridades —dije, tratando de mantener la calma.

Richard asintió, comprendiendo lo que estaba diciendo.

—Lo entiendo, y estoy dispuesto a darte todo el tiempo que necesites. Pero quiero que sepas que estoy aquí, que no me voy a ir —dijo, mirándome con determinación.

Nos quedamos en silencio, ambos procesando lo que se había dicho. Sabía que esto no solucionaba todo, pero era un comienzo, un paso hacia lo que fuera que debía pasar entre nosotros.

Finalmente, Richard suspiró y se levantó.

—Gracias por hablar conmigo. Realmente lo necesitaba —dijo, y supe que se refería tanto a él como a mí.

—Yo también lo necesitaba. Pero por ahora, creo que lo mejor es que ambos nos demos espacio —respondí, sintiendo que era lo correcto.

Asintió y se inclinó hacia adelante, como si quisiera decir algo más, pero finalmente se contuvo.

—Cuídate, ¿sí? —dijo, con una leve sonrisa.

—Tú también —respondí, devolviéndole la sonrisa.

Sentí mi corazón quebrarse completa con el "cuídate"

Mi jefe || Richard ríos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora