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El fin de semana había llegado rápido. Tener que aguantarse a Corina en la oficina era un desastre y ahora, más encima, en una cabaña. Terminé de guardar mi cargador en mi bolso y después me vi en el espejo mientras me echaba un poco de perfume y gloss en los labios. Me dirigí a la puerta junto a Mariana y Lucía. Apagamos los focos y salimos de casa. Habíamos pedido un Uber; yo no sabía bien dónde era y, aparte, no quería manejar.

Nos subimos y la verdad fue una trayectoria bastante larga, como de 40 minutos más o menos. El señor fue bastante amable y nos dejó justo en la puerta. El lugar era una casa a las afueras de la ciudad, con piscina y jacuzzi, un hermoso jardín y muchas habitaciones, todas con aire acondicionado gracias a Dios, incluso en la sala porque estaba haciendo un calor infernal. Entramos y yo fui a una habitación que estaba vacía a dejar mi mochila. Luego llegué al salón donde ya estaban todos.

—Casi que no llegas —dijo Lucho apenas me vio entrar.

—Lo siento, a veces me demoro mucho arreglándome.

—Te ves hermosa —dijo Carrascal, y yo me sonrojé.

Miré a Richard de reojo y tenía la cara seria, así que fui y lo saludé con un beso en la mejilla. Le di una mirada simple a la ridícula de Corina. Lucía y Mariana se sentaron en unas sillas que había ahí y, como no había casi puestos, me senté en el piso junto a Lucho y Mojica. Ríos estaba sentado en la mitad de James y Corina en un pequeño sofá. Ella estaba casi encima de él.

—Qué gas esa tipa, siempre encima de él —murmuré para mí misma.

La tensión en el ambiente era palpable. Mientras todos se acomodaban, Richard y yo intercambiamos miradas cómplices, sabiendo que esta noche iba a ser crucial por otros motivos.

—¿Nos metemos a la piscina? —sugirió Mariana, intentando aliviar la tensión.

Todos estuvimos de acuerdo. Cambiamos rápidamente y en unos minutos estábamos todos en el agua, tratando de disfrutar el momento. El ambiente era festivo y relajado, y empezaron las bromas y risas. Richard se acercó a mí, nadando con una sonrisa traviesa.

—¿Estás disfrutando? —me preguntó, salpicándome un poco de agua.

—Sí, mucho —respondí, devolviéndole la salpicadura—. ¿Y tú?

—Claro que sí. Es genial estar aquí con todos —dijo, su mirada fija en la mía, creando una tensión eléctrica entre nosotros.

Estábamos en medio de un coqueteo cuando Corina, notando la atención que Richard me prestaba, decidió intervenir.

—¡Oye, Richard! —gritó desde el borde de la piscina—. ¿Por qué no vienes aquí y me ayudas a ponerme protector solar?

La petición era claramente un intento de llamar su atención. Richard suspiró y me dio una mirada de disculpa antes de nadar hacia Corina. Mariana y Lucía, que habían estado observando, nadaron hacia mí.

—¡Esa Corina siempre haciendo de las suyas! —dijo Lucía, rodando los ojos.

—Déjala —respondí, tratando de no mostrar mi molestia—. No va a arruinar nuestra noche.

Después de un rato, salimos de la piscina y nos dirigimos a la terraza donde habíamos preparado una mesa con bebidas y bocadillos. Pusimos música y comenzamos a servirnos trago

—¡A brindar por este fin de semana! —exclamó Mariana, levantando su vaso.

Todos brindamos y comenzamos a disfrutar de la noche. Las risas y las historias fluían fácilmente, y la tensión de la piscina se disipó rápidamente. Mojica, conocido por sus chistes, comenzó a contar una de sus historias hilarantes, haciendo que todos se rieran a carcajadas.

—¡No puedo creer que realmente hiciste eso! —dijo Ríos, riéndose tanto que casi se caía de su silla.

La noche avanzaba y decidimos jugar algunos juegos. Primero, un juego de charadas que terminó con todos en el suelo de tanto reír. Luego, pasamos a "Verdad o Reto". Cuando fue mi turno, Richard, con una sonrisa traviesa, me desafió a hacer un baile improvisado en medio de la sala.

—¡Vamos, tú puedes! —me animó Lucía.

Acepté el reto y, riendo, hice mi mejor intento de un baile improvisado, provocando aplausos y vítores de todos. Después de unos cuantos tragos más, decidimos que era hora de un karaoke improvisado.

—¡Yo primero! —gritó Mariana, corriendo a agarrar el micrófono.

Cantó una canción animada, y pronto todos nos unimos, cantando y bailando. Richard se acercó a mí con un micrófono y me ofreció cantar un dueto con él.

—Vamos, será divertido —dijo, su sonrisa irresistible.

Cantamos juntos, riéndonos y disfrutando del momento. Después, Richard y yo nos quedamos un momento a solas en la terraza, disfrutando del aire fresco de la noche.

—Ha sido una gran noche —dijo Richard, mirándome con una sonrisa.

—Sí, realmente lo ha sido pero no a acabado —respondí, sintiendo una cálida conexión entre nosotros.

La noche continuó con más risas, música y diversión. Sabía que el coqueteo con Richard era algo que podría llevar a más, pero por ahora, estaba disfrutando del momento y de la compañía de mis amigos. Y aunque Corina intentó llamar la atención varias veces más, no logró arruinar la noche mágica que estábamos viviendo.

Mi jefe || Richard ríos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora