Llegué a la oficina un poco tarde, casi corriendo, ya que me había quedado dormida. Me veía muy linda hoy; me había tomado el tiempo de arreglarme y, cuando entré, me encontré a Mojica con Daniel.
—¡Ututui! —dijo Daniel apenas me vio, dándome su mano para darme una vuelta.
Yo solo reí.
—¿Dónde está Ríos? Vengo tarde —contesté.
—Está en la sala de juntas —respondió él.
Fui corriendo con su café en la mano y, apenas abrí la puerta, efectivamente, ahí estaba. Richard estaba vestido con una pantaloneta de jean y, como no se pone correa y estaba de espaldas, se le veía el bóxer negro. Tenía una camisa blanca y unos zapatos Nike también blancos. En fin, saliendo del tema de que me lo quería devorar porque amo cuando se pone esa ropa, ahí estaba él.
Estaba con James y Lucho, discutiendo unas jugadas en un tablerito, pero tenía un café en su mano, aún sellado. Se notaba que aún no lo había tomado.
—¿Quién te dio eso? —dije, señalando su mano.
—Yo —respondió Corina con una sonrisa estúpida.
—Te tomas eso y no te traigo más un hijueputa café en tu vida —dije, sin importarme quién me escuchara.
—¿Qué? —preguntó Richard, sorprendido.
—Es que tú asistente soy yo, no ella. ¿O me equivoco?
—No... no, no —dijo él, visiblemente nervioso.
—Entonces, ¿qué haces recibiéndole café si yo siempre te traigo? —dije, gritándole.
—Es que...
—¡Es que nada! Si yo a usted no le sirvo, despídame y ya.
Aún seguía gritando y, cuando me di la vuelta para regresar a mi puesto, todos me estaban mirando, literalmente todos los que estaban en las instalaciones.
**¡QUÉ PENA!**
Pero es que ella me sacó de quicio.
Me senté en mi escritorio, tratando de calmarme. Mis amigas, Mariana y Lucía, se acercaron rápidamente.
—¿Qué pasó? —preguntó Mariana, alarmada.
—Es esa Corina. No puedo con ella. Se la pasa tratando de acercarse a Richard y hoy le trajo café. ¡Eso es mi trabajo! —dije, todavía furiosa.
—Tranquila, no vale la pena que te alteres por ella —dijo Lucía, tratando de calmarme.
—Lo sé, pero es que no puedo evitarlo —respondí, tomando un sorbo de agua para tratar de relajarme.
Unos minutos después, Richard se acercó a mi escritorio, con una expresión seria pero con un tono de voz más suave.
—¿Podemos hablar, por favor? —preguntó, con su característico acento pausado.
Asentí y lo seguí hasta su oficina. Cerró la puerta detrás de nosotros y se volvió hacia mí.
—Mira... entiendo que estés molesta, pero no puedes gritar así delante de todos —dijo, con una voz más calmada—. Corina solo estaba tratando de ayudar.
—Richard, yo soy tu asistente. Es mi responsabilidad traerte el café y ayudarte con tus cosas. Ella no tiene por qué meterse —dije, tratando de controlar mi enojo.
—Lo sé, y tienes razón. Pero... no puedes reaccionar así. Necesitamos mantener un ambiente profesional —dijo, acercándose un poco más—. De verdad... lo siento si te hice sentir mal.
—Es que no es solo el café, Richard. Es todo. Ella siempre está tratando de acercarse a ti, de meterse en nuestras cosas. No lo soporto —dije, sintiendo que las lágrimas amenazaban con salir.
—Entiendo... lo que dices —dijo, suspirando—. Prometo que hablaré con ella y pondré límites. Pero necesito que tú también mantengas la calma.
Asentí, tratando de calmarme. Sabía que tenía razón, pero era difícil controlar mis emociones cuando se trataba de Corina.
—Gracias, Richard. Solo... por favor, asegúrate de que ella entienda su lugar —dije, mirando directamente a sus ojos.
—Lo haré, lo prometo —respondió él, con una sonrisa tranquilizadora—. Y sobre el café... prefiero el tuyo.
Eso me hizo sonreír ligeramente, y sentí que la tensión comenzaba a disiparse. Salí de su oficina sintiéndome un poco mejor, pero sabía que la situación con Corina no se resolvería tan fácilmente.
Más tarde, en la sala de descanso, Mariana y Lucía me acompañaban mientras tomábamos un café.
—¿Todo bien? —preguntó Mariana, mirando mi expresión.
—Sí, hablé con Richard. Va a hablar con Corina y poner límites. Pero... no sé, todavía me siento incómoda —dije, suspirando.
—Es normal, pero al menos ya sabe cómo te sientes. Eso es un paso adelante —dijo Lucía, dándome una palmada en la espalda.
Mientras hablábamos, Corina entró a la sala de descanso y se dirigió directamente a nuestra mesa.
—¿Podemos hablar? —preguntó, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—Claro —dije, levantándome y siguiéndola a un rincón de la sala.
—Mira, no sé qué problema tienes conmigo, pero solo estaba tratando de ser amable con Richard. No entiendo por qué te molesta tanto —dijo, cruzándose de brazos.
—El problema es que no es tu lugar hacerlo. Soy su asistente y es mi trabajo. No necesito que te metas en mis responsabilidades —respondí, tratando de mantener la calma.
—Bueno, tal vez si fueras un poco más rápida en hacer tu trabajo, no tendría que intervenir —dijo, con un tono sarcástico.
—No tienes idea de lo que estás hablando. Solo... mantente en tu lugar y haz tu propio trabajo —dije, antes de darme la vuelta y regresar a mi mesa.
Mariana y Lucía me miraron con preocupación.
—¿Qué pasó? —preguntó Mariana.
—Nada, solo que Corina no entiende cuándo dejar de meterse donde no le llaman —respondí, tratando de no dejar que me afectara.
Pasaron las horas y, aunque traté de concentrarme en mi trabajo, no podía dejar de pensar en la situación con Corina. Finalmente, el día llegó a su fin y Richard volvió a acercarse a mi escritorio.
—Entonces... ¿confirmas que vendrás a la salida este fin de semana? —preguntó, con una sonrisa esperanzada.
—Sí, allí estaré —respondí, sonriendo.
—Bien... Y... dime, ¿por qué te pones tan roja cada vez que hablas de Corina? —preguntó, mirándome con una sonrisa traviesa.
—¿Qué? ¡No me pongo roja! —protesté, sintiendo mis mejillas arder.
—Creo que alguien está celosa... —dijo Richard, inclinándose un poco más cerca.
—No estoy celosa, solo me molesta que se meta donde no la llaman —respondí, tratando de mantener la compostura.
—Hmm... ¿segura? —preguntó, sin dejar de sonreír.
—Totalmente segura —respondí, cruzándome de brazos.
Richard rió suavemente y se enderezó.
—Está bien, lo que tú digas. Nos vemos mañana entonces —dijo, dándome una última mirada antes de alejarse.