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Después de hablar por un buen rato en el parque, Richard y yo nos levantamos de la banca y comenzamos a caminar lentamente por el sendero. El sol comenzaba a ponerse, bañando todo con una luz dorada que hacía que el momento se sintiera aún más especial. Caminamos en silencio, disfrutando de la tranquilidad que nos rodeaba y de la sensación de estar juntos sin la presión del pasado.

Llegamos a un claro del parque, un lugar que parecía estar escondido del resto del mundo, rodeado de árboles altos que se mecían suavemente con la brisa. Me detuve un momento para admirar la belleza del lugar, y Richard, notando que me había detenido, se volvió hacia mí, con una sonrisa tranquila en el rostro.

—Es hermoso aquí, ¿no? —dije, mirando las hojas que caían suavemente al suelo.

—Sí, lo es —respondió, pero no estaba mirando los árboles, sino a mí.

Sentí un cosquilleo en mi estómago al darme cuenta de la intensidad con la que me miraba. Había algo en sus ojos que no había visto en mucho tiempo, una mezcla de deseo y ternura que me hizo sentir más cerca de él que nunca.

—Gracias por estar aquí conmigo, Richard —dije suavemente, sin romper el contacto visual.

Él se acercó un poco más, tan cerca que podía sentir su respiración mezclarse con la mía.

—Siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase —susurró, levantando una mano para acariciar mi mejilla.

El simple toque de sus dedos en mi piel envió una corriente eléctrica por mi cuerpo. Sin pensarlo dos veces, me incliné hacia él y dejé que nuestros labios se encontraran en un beso suave y lento, uno que habló más que cualquier palabra.

Lo que comenzó como un beso tierno rápidamente se volvió más profundo, más apasionado. Sus manos se deslizaron hacia mi cintura, atrayéndome más cerca de él, mientras las mías se enredaban en su cabello. El mundo a nuestro alrededor pareció desvanecerse, dejando solo el latido de nuestros corazones y el calor de nuestros cuerpos.

—Te extrañé tanto... —murmuré contra sus labios, sintiendo cómo la distancia entre nosotros se desvanecía por completo.

—Yo también —respondió, con una intensidad que me hizo perder el aliento.

Nos movimos juntos hacia un rincón más oculto del claro, donde las sombras de los árboles nos envolvieron en una intimidad que hacía todo aún más especial. Richard me recostó suavemente contra el tronco de un árbol, sus labios nunca dejando los míos mientras nuestras respiraciones se volvían más rápidas y entrecortadas.

Cada caricia, cada beso era una reafirmación de lo que sentíamos el uno por el otro, un recordatorio de que a pesar de todo lo que habíamos pasado, todavía había una conexión inquebrantable entre nosotros. No había prisa, solo un deseo profundo de estar juntos en ese momento, de compartir algo que iba más allá de las palabras.

Finalmente, nos separamos, ambos jadeando ligeramente, nuestras frentes apoyadas una contra la otra mientras nos mirábamos a los ojos.

—Esto... —comenzó Richard, su voz ronca—, esto no cambia lo que dijimos antes. Quiero que todo sea real, quiero que sea para siempre.

Asentí lentamente, sintiendo la verdad en sus palabras.

—Yo también, Richard. Quiero que esto sea el comienzo de algo nuevo, algo que construyamos juntos —respondí, acariciando su rostro con suavidad.

Nos quedamos así por un largo momento, simplemente disfrutando de la cercanía, antes de que él se inclinara y dejara un último beso suave en mi frente.

—Vamos, te llevo a casa —dijo finalmente, tomando mi mano mientras comenzábamos a caminar de regreso por el sendero.

Mientras salíamos del parque, la noche comenzaba a caer, y las estrellas empezaban a brillar en el cielo. Me sentía ligera, como si todo el peso que había estado cargando se hubiera desvanecido. Habíamos dado un paso importante, uno que nos acercaba más a lo que ambos deseábamos: una vida juntos, llena de amor y confianza.

Ya se está acabando 😭

Mi jefe || Richard ríos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora