El sol se filtraba tímidamente por las cortinas de mi habitación cuando finalmente decidí levantarme de la cama. La noche había sido larga, llena de pensamientos confusos y emociones contradictorias que me habían mantenido en vilo. Me estiré y traté de sacudirme el cansancio, pero sabía que el día que tenía por delante no sería fácil.
Me puse una camiseta y unos jeans cómodos, algo que me hiciera sentir relajada, aunque mi mente estaba lejos de estarlo. Caminé hacia la cocina y me preparé un café, esperando que la cafeína me ayudara a aclarar las ideas. Mientras revolvía la taza, mi teléfono vibró en la encimera.
Las chicas habían salido de casa primero
Era un mensaje de la chica que había conocido en el parque el otro día. Su hermana Olivia seguía insistiendo en que quería un saludo de Richard, y no podía evitar sentir un pequeño nudo en el estómago al pensar en tener que hablar con él después de todo lo que había pasado.
—"Hola linda, ¿alguna novedad sobre el saludo para Olivia?" —decía el mensaje.
Suspiré. Sabía que tenía que cumplir mi promesa, así que decidí que lo mejor era hacerlo rápido. Cogí mi teléfono y envié un mensaje a Richard.
—"Hola, necesito pedirte un favor. ¿Podrías enviarle un saludo a la hermana de una amiga, Olivia? Es una gran fan tuya y se pondría muy feliz."
No pasó mucho tiempo antes de que Richard respondiera.
—"Claro, lo haré. ¿Cuándo lo necesitas?"
—"Hoy sería genial si puedes. Se lo agradezco mucho."
Dejé el teléfono a un lado y me sentí un poco más aliviada al saber que él estaba dispuesto a hacerlo sin problema. Sin embargo, no podía sacudirme la sensación de que algo estaba por pasar. Algo que iba a cambiarlo todo.
Llegué a la oficina más tarde de lo usual, todavía con esa extraña sensación de anticipación en el estómago. Todo parecía tranquilo, pero sabía que las apariencias engañan. Pasé por la sala de descanso y me encontré con Mariana y Lucía, que estaban revisando unos papeles.
—¿Todo bien? —preguntó Lucía, levantando la vista de los documentos.
—Sí, solo un poco cansada. Pero nada grave —respondí, tratando de sonreír.
—¿Hablaste con Richard? —preguntó Mariana, siempre directa.
—Sí, le pedí un favor. Pero nada más —respondí, sin querer entrar en detalles.
Pasé por su oficina más tarde para recoger unos archivos, y lo encontré sentado en su escritorio, con el teléfono en la mano. Cuando levantó la vista, sus ojos se suavizaron al verme.
—¿Listo para el saludo? —pregunté, intentando mantener el tono profesional.
—Sí, ya lo tengo grabado. Te lo paso enseguida —dijo él, esbozando una leve sonrisa.