La mañana siguiente, desperté con la luz del sol filtrándose a través de las cortinas. Richard aún dormía, su respiración tranquila y su brazo todavía alrededor de mí. Por un momento, dejé que la paz del momento me envolviera, disfrutando de la calidez de su cuerpo junto al mío.
Eventualmente, me levanté con cuidado para no despertarlo y fui al baño. Me miré en el espejo, recordando la noche anterior. Había sido una mezcla de pasión y conexión, pero también sabía que la realidad no desaparecía solo porque habíamos tenido una noche juntos. Me lavé la cara y regresé a la habitación, donde Richard comenzaba a despertar.
—Buenos días —dijo con una sonrisa somnolienta, estirándose en la cama.
—Buenos días —respondí, sintiéndome un poco nerviosa.
—¿Estás bien? —preguntó, notando mi incomodidad.
—Sí, solo... necesito un café —dije, tratando de cambiar de tema.
Nos levantamos y fuimos a la cocina. Mientras Richard preparaba el café, me senté en la mesa, todavía procesando todo lo que había pasado. Él se acercó con dos tazas y se sentó frente a mí.
—Gracias —dije, tomando la taza.
—De nada. Anoche fue... increíble —dijo, con una sonrisa.
—Sí, lo fue —respondí, pero mi mente seguía llena de dudas.
—Escucha, sé que hay mucho que resolver entre nosotros. Y sé que anoche no soluciona todo, pero quiero que sepas que estoy comprometido a hacer que esto funcione —dijo, tomando mi mano.
—Richard, quiero creer eso. Creo que realmente podemos superar esto —dije, apretando suavemente su mano.
—Lo entiendo. Y estoy dispuesto a darte todo el tiempo que necesites. Solo quiero estar contigo y demostrarte que podemos hacerlo —respondió, su voz llena de sinceridad.
Después de desayunar y vestirme, supe que tenía que volver a casa. Las chicas probablemente estarían preocupadas y necesitaba tiempo para pensar. Richard insistió en acompañarme, yo me fui en mi coche y el en el de el
—Gracias —dije mientras bajaba del coche frente a mi casa.
—Siempre, cuando necesites algo, aquí estoy —dijo Richard con una sonrisa.
—Lo sé. Hablamos luego —dije, cerrando la puerta del coche y caminando hacia la entrada de mi casa.
Mariana y Lucía estaban en la sala, y ambas me miraron con una mezcla de sorpresa y alivio.
—¡Ay, por fin! ¿Dónde estabas? —exclamó Lucía, acercándose.
—Fui a ver a Richard anoche. Necesitábamos hablar —respondí, sintiendo el peso de sus miradas.
—¿Y cómo te fue? —preguntó Mariana, mirándome con curiosidad.
—Hablamos mucho. Las cosas no están resueltas, pero estamos tratando de encontrar una manera de seguir adelante —dije, sintiéndome un poco más segura de mis palabras.
—Nos alegra escucharlo. Queremos verte feliz —dijo Lucía, dándome un abrazo.
Pasamos el resto del día juntas, tratando de distraernos con películas y charlas. A medida que la tarde avanzaba, sentí que había tomado la decisión correcta al darle una oportunidad a Richard, aunque sabía que no sería fácil.
Esa noche, mientras estaba en mi habitación, recibí un mensaje de Richard.
—"Espero que hayas tenido un buen día. Ya te extraño."
Sonreí al leer el mensaje y respondí:
—"También te extraño. Hablamos mañana, ¿vale?"
—"Claro. Que tengas una buena noche. Te amo."
—"Yo también te amo. Buenas noches."
Apagué el teléfono y me acurruqué en la cama, sintiendo una mezcla de esperanza y temor. Sabía que el camino por delante sería complicado, pero estaba dispuesta a intentarlo. No quería dejar que el miedo a ser lastimada me impidiera encontrar la felicidad que sabía que podía tener con Richard.
A medida que los días pasaban, Richard y yo comenzamos a reconstruir nuestra relación, paso a paso. Había momentos de duda y momentos de amor, pero siempre nos asegurábamos de comunicarnos y ser honestos el uno con el otro. Las chicas me apoyaban en cada paso, y aunque aún quedaba un largo camino por recorrer, sentía que, por primera vez en mucho tiempo, estaba en el camino correcto hacia la felicidad.