El calor del asado crepitaba en el aire nocturno, mientras el humo de la parrilla se mezclaba con el olor de la carne cocinándose lentamente. Las risas resonaban en el jardín de Richard, donde todos nos habíamos reunido para pasar una noche juntos. Después de semanas de recuperación, me sentía bien, casi como si todo lo malo hubiera quedado atrás. Estaba nuevamente viviendo con Mariana y Lucía, y la vida comenzaba a retomar un ritmo familiar.Sofía y mi tía ya se habían ido, regresando a su casa después de asegurarse de que estaba completamente recuperada. A pesar de que las extrañaba, también disfrutaba de la independencia y la normalidad que venía con la rutina de siempre.
Richard había insistido en hacer este asado para reunirnos a todos. James , Mojica, Lucho, Carrascal, Daniel, y Corina también estaban allí, creando un ambiente relajado y lleno de camaradería.
—¡Pásame otra cerveza! —gritó Daniel desde la parrilla, mientras Lucho le lanzaba una lata desde la nevera.
—Cuidado, que no quiero estar recogiendo vidrios luego —dijo Corina, riendo mientras se acomodaba en una de las sillas junto a Lucía y Mariana.
Me acerqué a la parrilla, donde Richard estaba concentrado en darle vuelta a los cortes de carne. Sus ojos se encontraron con los míos y me sonrió de esa manera que hacía que mi corazón latiera un poco más rápido.
—¿Cómo va todo aquí, chef? —pregunté, tomando una cerveza de la nevera.
—Perfecto, aunque estoy seguro de que sabrá mejor si lo pruebas tú primero —respondió, guiñándome un ojo.
—Mmm, tentador —dije, acercándome un poco más a él mientras tomaba un sorbo de mi cerveza.
El ambiente estaba cargado de una tranquilidad que no había sentido en mucho tiempo. Las conversaciones fluían, y la risa era una constante. Me uní a las chicas en la mesa, donde empezamos a contar anécdotas de las semanas pasadas, desde lo gracioso hasta lo absurdo.
—¿Y recuerdas cuando Lucho casi se cayó en el entrenamiento? —dijo Mariana, entre risas, mientras todos recordábamos el incidente.
—¡Ey, eso no fue mi culpa! —se defendió Lucho, sonrojándose un poco—. Fue la lluvia, el campo estaba resbaladizo.
—Claro, claro... —bromeó Carrascal, dándole una palmada en la espalda—. Cualquier excusa es buena.
La noche continuó con más risas y conversaciones, mientras todos nos relajábamos y disfrutábamos de la compañía mutua. Richard se unió a nosotros después de asegurarse de que la carne estaba perfecta, sirviendo los platos con una sonrisa satisfecha.
El tiempo pasó volando, y antes de darnos cuenta, ya era medianoche. La comida había sido un éxito, y ahora estábamos sentados alrededor de la mesa, con el cielo estrellado sobre nosotros. Las luces tenues del jardín y la música suave de fondo creaban un ambiente acogedor.
—¿Alguien quiere más vino? —preguntó Lucía, levantándose para rellenar las copas.
—Para mí, sí —respondí, sintiendo que la noche se estaba volviendo cada vez más agradable.
Después de un rato, Richard se inclinó hacia mí, su voz suave junto a mi oído.
—¿Te gustaría quedarte esta noche? —preguntó, su tono lleno de una mezcla de deseo y afecto.
Lo miré a los ojos, y supe que quería lo mismo. Asentí, sin decir nada más, y él me sonrió antes de levantarse y tomar mi mano.
—Vamos a tomar un poco de aire fresco, ahora volvemos —dijo Richard a los demás, mientras nos alejábamos del grupo.
Nos dirigimos hacia la casa, entrando por la puerta trasera que daba directamente a la sala de estar. La música y las voces de nuestros amigos se desvanecieron mientras subíamos las escaleras hacia su habitación.
El ambiente en su cuarto era íntimo, con las luces suaves y una brisa fresca que entraba por la ventana abierta. Richard cerró la puerta detrás de nosotros y se acercó a mí, sus manos encontrando las mías. Me atrajo hacia él, y en un instante, sus labios estaban sobre los míos, besándome con una pasión contenida que había estado presente durante toda la noche.
—Te extrañé... —murmuró contra mis labios, sus manos deslizándose hacia mi cintura, atrayéndome más cerca.
—Yo también... —respondí, sintiendo cómo mi cuerpo respondía al suyo.
Nos movimos juntos hacia la cama, dejándonos llevar por el momento, sin prisa, pero con una urgencia suave que hablaba de cuánto nos habíamos necesitado. La ropa se desvaneció entre caricias y besos, hasta que no quedó nada entre nosotros más que piel contra piel.
Nos perdimos en la intimidad del momento, explorando el cuerpo del otro como si fuera la primera vez. No había nada apresurado en nuestros movimientos, solo un deseo profundo de estar juntos, de reconectar después de todo lo que habíamos pasado.
Cuando finalmente nos quedamos sin aliento, nos dejamos caer en la cama, nuestras respiraciones entrecortadas mientras nos mirábamos a los ojos, sintiendo el calor del otro.
—Quédate conmigo esta noche —susurró Richard, sus dedos acariciando suavemente mi espalda.
—No pienso irme a ningún lado —respondí, acurrucándome más cerca de él, dejando que su calor me envolviera.
La noche avanzó lentamente, y en los brazos de Richard, sentí una paz que no había conocido en mucho tiempo. No había dudas, no había miedos, solo el conocimiento de que, pase lo que pase, estábamos en esto juntos.
Finalmente, el sueño nos venció, y me quedé dormida