Prologo

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El sol era tan pesado en esa época del año, por más que el gran sombrero de paja reposara encima de sus rizos, solo era una pequeña sombra que protegía sus claros ojos de los rayos ardientes que caían sobre todos ellos, todos con el mismo deseo dentro de ellos, ver ese sol ardiente caer y poder descansar sus cansados pies y manos junto a sus familiares más cercanos degustando lo que fuera que hubieran conseguido cenar esa noche.

Así eran las cosas en su distrito, desde que tenías edad para alcanzar las plantas de algodón y una canasta entraba en la circunferencia de tus brazos, eran necesitado dentro del campo, no importaba tu edad o género, todos ayudaban para que ese plato de comida cada noche, no fuera solamente algo con lo que soñaran esa noche y durante todo el día siguiente mientras seguían trabajando.

Demasiadas veces las cosas se sentían demasiado pesadas dentro de su mente, sus piel le dolían como si desde que había salido de su madre debía de estar en el campo trabajando, sus manos eran tan secas y ásperas de todas las heridas que había tenido en estas de trabajar largas jornadas, su estómago tenía tantos problemas y dolores por pasar días sin probar bocado. Todas esas dolencias la hacían querer terminar con todo de una miserable vez, pero su corazón la hacían dar un paso más, soportar un corte más, y llenar su estomago con la satisfacción de ver a su pequeño hermano junto a ella, quien durante ese invierno había conseguido que sus brazos pudieran tomar una canasta y estuviera junto a ella.

—Aemma— escucho su voz tan alto como le era posible, viendo que no tan lejos de ellos había agentes de la paz vigilando cada movimiento que hacían, esperando la excusa perfecta para desenfundar sus armas contra ellos. Se acercó lo más que pudo siguiendo con su trabajo y preguntándole con la mirada porque llamaba su nombre —Estoy muy sediento... mis manos me duelen— suspiró con fuerza mientras se agachaba junto a él, viendo en la parte de atrás de la silla que usaba como vehículo todos los días se encontraba escondida una pequeña botella metálica, sacándola y acercándola a los labios de su hermano, partiéndole el corazón viendo la manera tan desesperada en la que bebía. —Perdón, me la terminé— sintió el ligero peso de la botella en sus manos sabiendo que era verdad, dándole una sonrisa, esa señal que siempre le daba indicándole que todo estaba bien. —¿Cuánto falta?— miró su canasta, viendo que a diferencia de ella, no había recogido tanto algodón como ella, siendo lo que mostraban al final del día y como su salario era dado. Tomó la orilla de su propia canasta vertiéndola dentro de la de su hermano viendo como este negaba rápidamente —No, te vas a tener que quedar más tiempo...— pasó sus dedos callosos o por su mejilla y sus rulos igual de frondosos que los de ella, dándole la misma sonrisa, indicándole que no se tenía que preocupar por nada nunca, no mientras ella estuviera.

Como su hermano, Enzo, le había advertido, tuvo que quedarse más tiempo dentro de los campos, viendo a su primo, Arnold, habiendo terminado al mismo tiempo que su hermano, encargándolo con el para regresar a casa a salvo. Cuando llegó el aroma a la comida ya había inundado la pequeña casa cerca del lago en la que tomaba residencia, viéndola con dureza apretando en sus manos la bolsa de papel que tenía, ocultándola entre su pantalón y su larga camisa de algodón, siendo su pequeño secreto. Al entrar vio a la familia a la mesa, cada uno comiendo de un escaso plato, abriendo sus claros ojos al ver a su hermano entre ellos, mirando a su primo junto a él buscando una respuesta.

—Aemma, siéntate, tu hermano te compro comida caliente, vamos antes de que me arrepienta— miró como su pequeño hermano solo agachaba la miraba no queriendo ser reprimido por su hermana mayor por este hecho de bondad que les podría salir caro. Camino tratando que la bolsa en su espalda no cayera por lo floja que la gran ropa quedaba en su cuerpo, tomando asiento junto a su primo Arnold, quien le ofreció el plato caliente por el que su pequeño hermano había pagado. —El no me pagó la renta, esperaba que tú lo hicieras, si tienen dinero para comida caliente, tienen lo suficiente para agradecer el techo que pongo en sus cabezas.

LOTUS - Los Juegos del Hambre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora