Capitulo 16

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La opresión es algo increíble, más como crece dentro de una persona y afecta su manera de pensar y de vivir, como la acción que fue obligada a hacer por tantos años para complacer a otros y sobrevivir, ahora era la única manera en la que podía encontrar paz y tranquilidad dentro del que se suponía debía ser su lugar seguro. El invierno estaba acercándose y con eso las rosas que había plantado parecían crecer cada vez más fuertes con sus capullos casi florecientes y siendo cuidados con tanta precisión y cariño, así como desesperación de no dejarlas morir.

—¡Aemma!— escucho el grito de su hermano encima de la música clásica que tenía en la pequeña bocina a su lado, levantando la cabeza al instante y tomar con firmeza la pala que estaba usando —¡Los agentes están aquí!— pudo volver a respirar soltando el utensilio de jardinería y dejándolo caer en la tierra en la que había estado ya por horas. 6 meses donde cada 15 días agentes llegaban a su puerta para llenar más la caja fuerte en su sótano, con regalos de gente del capitalino que ahora llenaban una de las habitaciones extra que tenía en su casa, pensando que con el paso de semanas se olvidarían de ella, pero aunque estos fueran siendo menos, seguían persistentes en su puerta.

Había pocas reglas en su casa para su hermano, las normales para un niño de ahora 12 años, comer todo sus vegetales, tomar sus medicamentos, cepillarse los dientes después de cada comida, pero teniendo otros que no pensó tendría que poner, como no bajar al sótano, no abrir la puerta de la casa, y encerrarse en el despacho cada vez que alguien tocaba la puerta. Abrió la puerta viendo al mismo agente que siempre venía a su hogar para asegurarse que estuviera bien, el cuñado de Phillip, el agente Shumway. Aunque no confiara en los agentes de la paz y que estos entraran a su casa, no podía hacer nada cuando siempre que este venía traía a Phillip consigo para darle su chequeo de rutina a su hermano. Las cosas eran raras entre los dos, nunca hablaron mucho de sus vidas ahora y como se sentían con ellas, se había enterado por el propio señor Barry que cuando su hijo apareció con Enzo en su casa, le prometió hacer todo lo que él o su esposa le pidieran a cambio de cuidar al niño que ahora estaba completamente solo, al principio ambos pensaron que simplemente era caridad por parte de su hijo, culpabilidad incluso por lo que había pasado en el pasado, pero cuando lograron ver la manera en la que la chica hablaba de él, supieron la verdad de las intenciones de su hijo.

Por la mención de su posible matrimonio en televisión nacional, su madre no tuvo más remedio que concretarlo finalmente, no queriendo que su hijo tuviera alguna conexión a la sucia chica de los campos de algodón que podía morir en cualquier momento, no queriendo que la gente pensara que al igual que su familia, su hijo ahora estaba enfermo de cualquiera que fuera la enfermedad que todos creían la chica tenía. Incluso cuando ganó los juegos pensó que podía mandar el acuerdo de su matrimonio por la borda, logrando aclarar las intenciones de su relación y negar cualquier conexión romántica para salvar su reputación, pero ya era muy tarde, y ambas familias ya tenían demasiados negocios empezados juntos y su boda estaba planeada a ser para el final de ese año, mientras ella estaba en su tour de la victoria.

—Deje el dinero suficiente para tu hermano en lo que no estás, pedido del alcalde— se encontraba guiando a el hombre afuera de su hogar, solo asintiendo a sus palabras esperando poder cerrar la puerta detrás de él, pero viéndolo detenerse en el marco de la puerta, metiendo su mano a su bolsillo y sacando un sobre de este —De los Barry— miró sorprendida el sobre, abriéndolo aún frente a él notando el papel barato con caligrafía hecha a mano, viendo los nombre a de Margaret y Phillip en este, siendo una invitación a su boda —Lo manda mi suegra, sabe que no vas a poder ir, pero es para dejarte claro que en lo que no estás ella puede cuidar a Enzo, para que no molestes a su hijo con su nuevo matrimonio.— sabía que aunque su voz fuera baja y su tono tranquilo, la manera en la que el mensaje había sido pasado hacia ella con desprecio puro, no gustándole para nada que su hijo siguiera frecuentándola más a ella y a su hogar que a su prometida —Buen viaje, y dile a aquel que no espere a el anochecer para regresar como suele hacerlo.— solamente pudo asentir con una falsa sonrisa, cerrando la puerta en su cara y dejando el sobre con la invitación en la pequeña mesa de la entrada, no queriendo seguirla viendo y pensando en ella.

LOTUS - Los Juegos del Hambre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora