Más que una herramienta para ocultar sus conversaciones de invisibles espías a su alrededor, había usando la pequeña bocina que Cinna le había dado con la segunda función que este le había sugerido, un método de calma antes de la tormenta, ayudándola a dormir durante las noches aunque solo fuera unas horas, dejándola alzar su voz sin temor a decir algo independientemente de estar sola o no. La puerta se abrió sin ser tocada, algo a lo que había estado acostumbrada toda su vida, pero después de que Finnick le pidiera permiso para tocarla, empezó a cuestionarse porque estaba acostumbrada a ser tratada como los demás quisieran toda su vida, no como ella quisiera.
—¿Porque yo no tengo uno de estos?— vio que lo primero que Arnold notó al entrar a su habitación, fue la pequeña bocina que descansada en el mueble negro junto a la puerta, escuchando la música clásica que salía de esta.
—Si lo hubieras pedido te la hubieran dado— le dijo sin pensarlo, sorprendiendo a su primo, ya que normalmente en conversaciones la chica hablaba todo lo mínimo posible, pero parecía que desde la entrevista, algo había cambiado dentro de ella. Lo vio tomarla entre sus manos, sintiéndose nerviosa al instante de que hiciera algo con ella que lo rompiera, pero viendo como oprimía un botón, dejando que esta se iluminara y con un holograma mostrara lo que había estado escuchando los últimos 5 días.
—El lago de los cisnes, siempre pensé que solo escuchabas música de banjo o parecida— soltó un pequeño suspiro ocultando la risa que le había sacado, haciendo que la referencia al instrumento le recordara a su infancia —Tu padre cargaba ese maldito banjo a cualquier reunión familiar, era bien sabido que si querías encontrar a Anzo Morris, estaría...
—Navegando por el pantano con su banjo en mano— por más que en algún momento la música que su padre solía cantar hubiera servido para llenar su corazón y poner una sonrisa en su rostro, ahora solo era un recordatorio constante de su fantasma aún detrás de ella —Esto me gusta, es diferente y nuevo, emocionante casi.
—Esa es la mejor manera en la que podríamos describir aquí, ¿No?— lo vio regresar la bocina a su lugar, caminando a la cama sobre la que estaba sentada observando la ciudad en la ventana, sentándose junto a ella y mirando lo mismo —La primera noche que llegué aquí pensé que eso era una pantalla, no podía ser que existiera algo tan perfecto y lleno de luces como lo que estaba viendo, recordándome en cierta manera a casa...
—Las luciérnagas— recordó lo primero con lo que comparó las luces afuera de su ventana, viendo como su primo asentía rápidamente, recordando como a estos insectos les gustaba pasear por el río cercano a su casa, escuchando sus murmullos y si era afortunada, viendo alguna entrar por las desgastadas vigas de madera del techo de su choza, saltando en su cama y atrapándolas en frascos para mostrárselas a su hermano, justo como su padre solía hacer para ella cuando era una niña —Espero Enzo pueda seguirlas viendo, como nosotros mientras crecíamos.
—Aemma— lo vio alejar su mirada de la ciudad para verla a ella, notando su seguridad salir completamente de su rostro —Tengo que pedirte disculpas, todos estos días creí que habías cambiado de idea y querías ganar los juegos por encima de mi, que solo me habías mentido e ilusionado diciendo que yo debería ser el ganador.— suspiró asintiendo, sabiendo que la idea debió haberle llegado a él impulsada por su equipo de preparación, y la manera en la que a pesar de estar siempre juntos, parecía tan ajena al resto de ellos, tan ajena a él —Incluso llegué a creer que formabas un complot contra mi con ayuda de el asistente de Remin y Reman.
—Cinna— le recordó su nombre haciéndolo asentir, haciéndola sonreír, pareciéndole divertido como había olvidado el nombre del estilista de su primo, pero nunca podría olvidar el nombre del chico que tanto la había ayudado —El es bueno, la persona más buena en todo el Capitolio me atrevería a decir.
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LOTUS - Los Juegos del Hambre
Fanfiction"Bienvenidos a los 69 Juegos del Hambre, y que la Suerte, esté siempre de su lado"