8: NO LLENO, SINO A PUNTO DE EXPLOTAR

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Mi llegada a El Pinar junto con Bullo, despertó todo un rumor de conversaciones y miradas que se
extendieron por toda la villa bajo los árboles, de un lado a otro y desde las profundidades de Raíces hasta lo alto de Ramas.

El alfa-búfalo fue el que, poco antes de llegar, me había soltado la mano antes de guiñarme un ojo y asegurarme que conocía lo «chismosos» que éramos. También fue el que tomó la delantera y se metió en el interior del pasadizo que se hundía bajo un enorme árbol, cuyas raíces formaban una especie de puerta.
Sinceramente, solo había estado una vez en aquella parte del Pinar, pasando la mayor parte del tiempo en Ramas, mucho más de mi gusto que aquel lugar bajo tierra. Era un tanto oscuro y claustrofóbico, con un aire ligeramente viciado de fuerte olor a tierra. Aun así, las cuevas excavadas eran lo suficiente altas para que Bullo solo tuviera que agacharse un poco para cruzarlas. Pero sabía que aquello era un caso especial, ya que estábamos en el conducto central de Raíces; algo así como la calle principal.

Las docenas de pasadizos, conductos y demás estructuras que llenaban esa pequeña villa en el interior del Pinar, estaban más adaptados a la estatura y tamaño de los omegas; y ni de broma alguien del tamaño del alfa-búfalo hubiera conseguido cruzarlas sin quedarse atascado a los dos pasos. Por suerte para los alfas, el… iba a decir «hospital», pero sería un concepto erróneo. Diré: al espacio donde vivía la chamana-curandera del Pinar, Topa Má; no quedaba muy lejos de la superficie.
Ya me habían hablado de ella, por supuesto, insistiendo una y otra vez en que fuera a pedirle su poción mágica para no quedarte preñado. Y esas eran palabras literales de Arda:

—La poción mágica para no quedarte preñado, que es mucho mejor que la poción mágica para cuando te has olvidado de tomar la primera y estás bien jodido…

—¿Hay algún problema si te quedas preñado? —había preguntado yo con curiosidad.

—Si eres rápido y el alfa no lo descubre, no. Te tomas la poción y ya está; pero si te descubre, tienes que darle la oportunidad de demostrarte que podría cuidar de tus crías y eso es un completo horror.

—¿Y si no has estado solo con un alfa?
—Por eso es un horror, Jimin. Todos van a creer que él es el padre. Hazme caso, tú cierra la boca y tómate la poción mágica.
—Sabes que no es magia, ¿verdad?
—A mí me parece como si lo fuera.

Topa Má no hacía magia, aunque debía reconocer que había un intenso misticismo a su alrededor. Por lo que sabía, ella era la curandera y líder espiritual de la comarca, una posición de gran prestigio, reservada tan solo a los alfas mujeres; personas animanas consideradas en mitad de dos mundos, un punto intermedio entre la estricta dualidad de nuestra especie. Este caso tan extraño y escaso en al comunidad, se representaba con dibujo circular, mitad amarillo para representar al sol (los alfas), y mitad gris o plateado, para representar la luna (los omegas); el cual se podía ver por todas partes: en su ropa, en sus muchas alhajas y colgantes, sus numerosos pendientes, tatuado en su piel pálida y, sobre todo, en las dos joyas que colgaban frente a sus ojos ciegos.

—Jimin … —me dijo nada más entrar, aunque estuviera de espaldas a nosotros.

Estaba ciega, pero seguía teniendo el olfato de los alfas y una increíble percepción del espacio que la rodeaba. Debía tenerlo para vivir en aquella casa excavada en la tierra, de fuerte olor a hierbas y flores machadas, repleta de botes, cazos, plantas secando en el techo y cocciones al fuego. Ellos la llamaban
«chamana», pero podrías decir «bruja que da muy mal rollo», y valdría igual.
—Buenas tardes, Topa Má —la saludé—. Vengo con uno de los alfas del valle. Me sorprendió y, sin querer, le tiré al suelo.

—Sin querer… —repitió lentamente. Siempre hablaba así, como si susurrara y tuviera que detenerse a suspirar entre cada palabra—. ¿Y esa es la razón por la que estéis ambos tan excitados…?

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