29: PODRÍA GUSTARME MÁS

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Tardé tres horas de camino por las montañas en dejar Cauce Rápido atrás y sumergirme en los preciosos bosques de Mil Lagos, esos que tantísimo había extrañado aquel largo día sumergido en las profundidades de la tierra.

Alcancé El Pinar cuando ya caía la noche y, tras dejar allí la mochila, salí de nuevo en dirección sur. Cansado, con la cabeza llena de oscuros pensamientos, una leve preocupación en el estómago y los pies doloridos, llegué a Vallealto. Fui directo al Hogar, donde sabía que encontraría a la mayoría de alfas solteros que, después de cenar, siempre se quedaban a charlar, beber y jugar a algo.—Sabía que vendrías —me recibió una voz grave, de enormes cuernos y amplia sonrisa.

Sonreí de vuelta y alcé la mano a forma de saludo. Todavía me quedaban un par de metros para alcanzar la larga mesa donde estaba Buyú y sus amigos, pero el alfa ya me había olido desde que había cruzado la puerta. Girado en el banco, alargó los brazos para esperarme y abrazarme con fuerza.—Perdona, tuve que ir a Cauce Rápido a entregar un paquete de Topa Má —le susurré cerca del oído, añadiendo un beso en su mejilla de barba espesa de intenso olor a menta y miel. Después, saludé al resto de alfas—. Buenas noches, chicos, ¿qué tal la partida?

«Bien», «como siempre», «sin más», «entretenida», solían ser las respuestas más comunes. Una vez que los solteros no podían pavonearse y lanzar comentarios provocativos, parecían tener un abanico muy reducido de conversación con los omegas; incluso aquellos que, como Buyú, tenían barba.

—Mal, ahora que nos hemos quedado sin un jugador —refunfuñó Bullo, mi viejo amigo el alfa-bisonte. Sin mirarme, tiró las cartas a un lado y giró el rostro en dirección a la chimenea de gran fuego anaranjado.

Fruncí el ceño, pero un apretón de Buyú me advirtió de que no le hiciera caso. Fue poco después, cuando se despidió del resto y me cogió de la mano para salir del Hogar, que me dijo:—Líbere se está portando un poco mal con él y Bullo anda amargado. —Vaya, ¿y eso? —pregunté con curiosidad—. Que yo sepa, Líbere estaba muy decidido a conseguirle.

—¿Sí? —Buyú pareció sorprendido de oírlo, llegando a inclinar su cabeza de grandes cuernos hacia mí—. Pues hace una semana que no le visita…

—Claro que no, Líbere ha bajado a Vega de Miel para la fiesta.

El alfa apretó los labios y asintió, rozando el grueso mentón con el pelo de mi cola enredada en su cuello. Ellos jamás se quejaban, pero a veces no podía evitar recordar lo que una vez me había dicho Copper: «Parece que me estás poniendo una puta correa, joder».
—Eso es malo —murmuró, dándome un ligero apretón en la mano que compartíamos—, pero al menos podía haberse pasado el día antes de marcharse a hacerle una visita. Somos
bovinos.

—Decir «somos bovinos» es vuestra excusa favorita para justificar que os dejen follar —bromeé.

Sin embargo, a Buyú no le hizo tanta gracia. —Porque lo somos, Jimin —me dijo con un tono que no llegaba a ser cortante, pero sí bastante serio—. Si vienes a Vallealto y elijes a un alfa como nosotros, sabes que vas a tener que darle lo que necesita. No es ningún secreto ni ninguna sorpresa: nos sacas barba, se nos hinchan los huevos y hay que ordeñarnos —fue enumerando, usando su mano libre para marcar cada paso, como si cortara un trozo de madera imaginario—. Tú lo has entendido muy bien y ni siquiera has nacido en La Reserva —añadió de pronto, volviendo a mirarme—. Vienes siempre los mismos días, te quedas el mismo tiempo y, cuando te marchas, me dejas los huevos tan vacíos como un tarro de miel frente a un hormiguero.

—Creo que eso ha sido como un intento de halagarme, pero no estoy seguro —murmuré con una mueca de ojos entrecerrados. —¡Claro que sí! —exclamó antes de darme un apretón más fuerte—. ¡Lo estás haciendo genial! Por mí, ojalá vinieras más y te quedaras más tiempo —no se pudo resistir a decir—, pero, para la barba que tengo ahora, me estás dando todo lo que necesito y no me puedo quejar.

La Reserva♡Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora