24: LA SOLEDAD DEL TRAIDOR

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Todos los omegas del Pinar estaban pensando ya en esa famosa fiesta de Vega de Miel y, por lo que les había entendido, era el equivalente animano de un festival de música beta, con la misma cantidad de alcohol y sexo sin compromiso.

La idea era tentadora, no voy a mentir, pero ahora mismo mi viaje de autodescubrimiento no incluía relaciones de una noche con alfas de Prado Dorado. Ahora mismo tenía una misión muy importante: sabotear la invasión beta a La Reserva.

¿Cómo iba a conseguirlo? Buena pregunta, porque no tenía ni puta idea. El enemigo podría estar en cualquier parte, en cualquier villa, y podía ser alfa u omega. Dar un paso en falso podría significar perder la posibilidad de ganar, alertar al traidor o traidores y desenmascararte antes de tiempo; así que, como en una partida de ajedrez, tenías que esperar a ver cómo se movían las fichas antes de plantearte actuar.

Hay que tener paciencia.

No saltar a los hombros de alguien, rodearle el cuello y gritar: —¡Te pillé!
Buyú resopló como hacía él, como un buey de grandes fosas nasales. Giró el rostro con cuidado para no darme con sus cuernos y me dedicó una mirada por el borde de los ojos.

—Hola, Jimin … —murmuró, no demasiado ilusionado por mi visita—. Espera un momento, estoy terminando de ordeñar a las vacas.

El enorme alfa llevaba una semana con aquella actitud distante y cada vez más fría. Ya no sonreía, ya no jugaba conmigo a exhibirse y tentarme, ya no se toqueteaba para que me mojara, ya apenas me besaba y no me daba más que un par de lametones para limpiarme. ¿La razón? Que llevábamos casi un mes, tenía una tupida barba de un rubio oscuro y los huevos del tamaño de dos melocotones maduros.

Había estado ciñéndome a los grandes consejos de Taehyung, pero no me estaban dando resultado alguno. En realidad, me estaban dando muchos más problemas que otra cosa. No paraba de enfrentarme a muchas variantes e imprevistos que no se podían adaptar a los tiempo y normas que el omega-conejo me daba. No era tan sencillo como él lo hacía parecer: espera «x» tiempo para hacer esto o lo otro; no les dejes hacerte «x» hasta que antes…; te tienen que regalar «x» cantidad de cosas para dejarles claro que mereces la pena...

Y, lo peor, era que ni él mismo se ponía de acuerdo.—¿Cómo que no te has follado a Buyú todavía? —me había gritado—. ¡Joder, Mentita, es un bovino,
te los tienes que follar antes o les revientan las pelotas!—Me dijiste que…
—¡Ah, claro, ahora me haces caso y es culpa mía! —y había puesto los ojos en blanco y las manos en el aire—. Pues ya le puedes montar como si no hubiera un mañana, porque el pobre debe estar
desesperado.

—Sinceramente, ¿para que mierda me das consejos si al final no valen de nada?—¡Valdrían de algo si no insistieras en llenarles hasta reventar cada vez que te limpian! —había terminado gritando en mitad del lago—. ¡Llevas una semana con Eunwoo y ya le están saliendo las marcas del celo!
—Agh, ¿sabes qué? Paso de todo. Voy a seguir mi instinto y punto. —Sí, porque te ha ido de maravilla hasta ahora… —había murmurado con una expresión asqueada y los brazos cruzados bajo el agua fresca. Tras unos segundos, había girado el rostro y añadido un bajo—: Escucha, si Buyú no te ha dejado aún, es porque le gustas mucho. Otro bovino ya te habría mandado a la mierda hace dos semanas. Así que decídete, o le vacías los huevos o te marchas, pero no juegues con él porque eso es cruel.

En su momento me enfadé, no exactamente con Taehyung, sino con todas las variables y posibilidades y bifurcaciones y complicaciones y cosas a tener en cuenta a la hora de estar con un alfa dependiendo de su villa y su raza… Era estúpidamente agotador.
Con los gemelos había usado solo mi instinto y, que yo supiera, las cosas me iban de maravilla con ellos; así que eso es lo que haría con todos los demás.

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