Capítulo 17

177 17 4
                                    

Mei Yoshida

Mierda. Mierda. Mierda.

Esto no podía estar pasando, nada de esto.

Esta mañana cuando me levanté fui a revisar las cámaras, ¿motivo por el cual toda la sangre de mi cuerpo me abandonó? Estas estaban desactivadas y por supuesto que no debían estarlo.

En mi pánico intenté convencerme de que casualmente las tres cámaras se habían caído o fallado, pero al menos de que alguien estuviera intentando sabotear la misión, no era una coincidencia con la mirada que Dima dio la noche anterior en dirección a una de las cámaras.

Las había descubierto y para mi suerte o muy mala suerte, los micrófonos seguían transmitiendo, así que pude escuchar perfectamente cuando dijo que me mataría. Aún no sabía que era yo quien lo había estado espiando, pero si su hermana Alicia sabía como rastrear al administrador de las cámaras, daría conmigo más pronto que tarde... Debía evitar que eso sucediera a toda costa y para lograrlo tendría que hacer algo fuera de mi jurisdicción, de nuevo.

Si le decía a Katashi lo que había ocurrido me sacaría de la misión, porque a) corría el riesgo de que me mataran y b) si la mafia se entera de que la Interpol está haciéndose pasar por los suyos, no habría un lugar seguro en todo el mundo para todos los agentes. No cazarían, sería una masacre.

Luego de dejar a Jun en su habitación, me regresó al comedor, no sin antes asegurarme de que todas mis armas estaban cargadas. No sabía que esperar de Dima a pesar de todo el tiempo que había pasado vigilándolo e interactuando con él.

—Aquí estoy, ¿para qué me necesitas? —digo a penas pongo un pie en el comedor.

En sus manos descansaba un arma; mis ojos demoran unos segundos alejarse de ella, lo había visto matar un par de veces con ella gracias a algunas cámaras que lo captaron cuando era más joven y descuidado. No sabía si para esos años ya existía esa frialdad en su mirada cuando mataba a alguien o lo torturaba, pero no quería descubrir que se sentía ser objetivo de ella.

Sabía por experiencia propia que ese tipo de miradas no traía nada bueno para sus víctimas.

—¿Alguna vez te han observado sin tu consentimiento?

Sus palabras liberan miles de recuerdos, pero me obligo a mantener la calma y a no perder la cabeza.

—No. ¿Por qué la pregunta?

Mete la mano, la que no tiene el arma sujeta, en el bolsillo de su chaqueta y arroja sobre la mesa tres pequeñas bolitas negras. Eran las cámaras.

—Lo pregunto porque encontré esto en mi habitación —se pone de pie, rodea la mesa y camina en mi dirección—. No sabrás quién plantó esto en mi habitación, ¿o sí?

Niego.

—No, señor Voronin. Nadie en este lugar tiene motivos para espiarlo.

Enarca una ceja.

—Ah. Soy el señor Voronin de nuevo, ya veo —Una clara molestia se filtró en sus palabras—. Supongo que hasta alguien tan imprudente como tú puede ver lo delicado de esta situación y la posición en la que te pone —suspira guardando el arma—. No confío en ti, Izumi, y por esa misma razón te quiero cerca —se inclina, imponiendo su altura sobre la mía—. Me ayudarás a encontrar al responsable de esas cámaras.

Sus palabras son un shock para mí, creí que le diría a Shinoda sobre las sospechas que tenía de mí y le pediría que me enviara lejos. Pero como dijo Al Pacino «mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más cerca».

Estando cerca de él tendría que tener más cuidado con lo que decía y como actuaba.  

Fascinada por un mafioso © [Libro 4] | [Próximamente en Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora