Capítulo 8

257 18 6
                                    

Mei Yoshida

Me dolía todo el maldito cuerpo.

Sí, había sido más que satisfactorio vencer a Dima y verlo de rodillas frente a mi, pero mi cuerpo no pensaba lo mismo. Me ejercitaba y entrenaba todos los días para mantenerme en forma, pero había pasado un tiempo desde que practiqué las artes marciales. Sabía que Dima tenía todo tipo de entrenamiento, pero no creí que fuera tan bueno.

Después de que Dima se fue ayer del gimnasio, el resto de los hombres de Shinoda se acercaron y me felicitaron. Como si ganarle a un Voronin en un combate fuera la sexta maravilla del mundo. Sobraba decir que ninguno de esos hombres me había tratado más de lo necesario. Era la única mujer en el cuerpo de seguridad de Shinoda, porque el resto de las mujeres en la mansión se encargaban de mantener todo limpio, cocinar y atender la lavandería.

Y todos, a excepción de Shinoda y Dima, creían que ese era mi lugar también. Un pensamiento un tanto retrógrado debía decir.

Salgo de mi habitación y me dirijo al comedor. El resto del día de ayer me la pasé de pie frente a las puertas de un invernadero escuchando pequeños fragmentos de las conversaciones entre Dima y Jun. Creo que, hasta ahora, esa había sido mi tarde más aburrida. No me había vuelto a poner en contacto con Katashi ni James porque no tenía ninguna información valiosa para entregarles, pero eso estaba a punto de cambiar.

Esta noche, mientras Dima se emborrachaba con Shinoda y sus hombres, había convertido esa su rutina, me escabulliría a su habitación y plantaría cámaras y micrófonos en ella. Y para asegurarme de que Dima no apareciera de sorpresa y me atrapara, pondría una pequeña cantidad de alucinógeno en su bebida.

Cuando llego al comedor, casi todos los hombres de Shinoda han llegado. Frente a cada silla había un nombre, así que busco el mío encontrando que me habían ubicado al lado de Jun, que se encuentra a la izquierda de su padre mientras este se sienta a la cabecera.

—Buenos días, señor —me inclino en señal de respeto.

—Buenos días, Nakamura. Toma asiento, por favor.

—Gracias, señor —digo obedeciendo de inmediato.

Solo entonces me percato frente a quien me ha tocado sentarme. El maldito Dima Voronin, quien al parecer no sabía hacer otra cosa que sonreírme. ¿Por qué tenía que sonreír así? Podía ver sus hoyuelos y como estos le daban un toque tierno a su expresión generalmente fría.

Dios, acaba de decirle tierno a un príncipe de la mafia que no dudaría en ponerme una bala en la cabeza si supiera quién soy en realidad. Estaba perdiendo la cabeza.

—¿Cómo estás, Izumi? —Evito por poco sobresaltarme al escuchar el susurro de Jun en mi oído.

No habíamos hablado mucho estos días, ya que generalmente ahora se la pasaba con Dima, pero cuando tenía su hora del té con Aiko, siempre me regalaba una taza y un par de galletas, y en ocasiones me incluían en sus conversaciones.

Era una buena chica y me agradaba.

—Bien. ¿A ti cómo te va? ¿Todo bien con el compromiso? Si necesitas que le dé una paliza a Dima, solo dímelo y con gusto lo haré.

Estábamos hablando lo suficientemente bajo para que solo nosotras pudiéramos escucharnos, además de que con todo el ruido que estaban haciendo en la mesa nadie más podría escucharnos aunque quisieran. Ya todos habían comenzado a comer, así que tomo un par de panqueques que están cerca de mí y les unto algo de miel. Había descubierto de que a Shinoda le gustaba bastante la comida americana.

El suave sonido de la risa de Jun atrae mi atención.

—Todo va bien. Dima es agradable y divertido, y debo decir que me gusta un poco —asiento mientras muerdo uno de mis panqueques para darle algo que hacer a mi boca y así no soltar una estupidez—. Además, escuché que ya le diste una paliza ayer en el entrenamiento.

Fascinada por un mafioso © [Libro 4] | [Próximamente en Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora