Capítulo 7

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Dima Voronin Smirnov

Golpeo el saco de boxeo con fuerza, sintiendo como los músculos de mis brazos se tensan por el esfuerzo. Llevaba alrededor de una hora entrenando en el gimnasio. Me había despertado al alba y por más que intenté conciliar el sueño de nuevo, este nunca llegó, así que decidí aprovechar el tiempo para ejercitarme.

Ya llevaba dos semanas en este lugar y extrañaba a mi familia como nunca antes. Apenas si había podido hablar con mis padres y no se diga nada sobre mis sobrinos, estos parecieron olvidar que tienen un tío en alguna parte del mundo.

Con quiénes seguía en total contacto eran mis hermanas, me mantenían al día con todo y me preguntaban de vez en cuando cómo iban las cosas.

En una de las pocas llamadas que tuve con mis padres me hicieron saber que la «coronación» de mis hermanas y mía sería en tres meses. Y que al final de esos tres meses era recomendable que ya me hubiera casado o estuviera cerca de estarlo. Era menos tiempo del que creí que tendría, si era sincero. Pero ya estaba de lleno en esto y no había marcha atrás.

Así que tendría que comenzar a buscar un anillo de compromiso muy pronto para Jun. No importaba que ya estuviéramos comprometidos, consideraba que era apropiado pedírselo. Tal vez así ella sentiría que tenía algo de poder en la elección de casarse conmigo. Y personalmente me haría sentir un poco mejor si ella decía «sí» por voluntad propia, porque cada vez que veía como se perdía su mirada en la nada y notaba un atisbo de tristeza en ella, me hacía sentir como un hijo de puta, uno que le está arrebatando de las manos su vida entera.

Y la verdad era que lo estaba haciendo, pero como le había prometido, intentaría ser un buen esposo y amigo para ella.

El sonido de varias personas entrando al gimnasio me saca de mi diatriba interna. Aparto la mirada por un momento del saco de boxeo para ver quiénes eran; varios hombres de Shinoda y entre ellos, una mujer. Era la única en la sala.

Era la pequeña mentira que se escabulló en el club para ver a Dios sabe quién. Una mentirosa a la que quería molestar a todas las horas del día.

No habíamos intercambiado palabra más allá de yo ordenándole que haga algo y ella respondiendo con un condescendiente «sí, señor Voronin».

Aún no había tenido oportunidad para hacerle mi pequeña broma, pero tal vez podría molestarla un poco ahora.

La sola idea me provoca una sonrisa. Decidiendo qué es lo que voy a hacer, me acerco a dónde están todos reunidos.

—Buenos días, señor Voronin —dicen todos en coro a modo de saludo.

—No lo habíamos visto, discúlpenos —dice uno de ellos, haciendo una pequeña reverencia.

—No hay problema. Sigan con lo suyo. Solo me llevaré a uno de ustedes para entrenar —dejo caer la mirada sobre Izumi, había sido la única en no unirse al coro de saludo. Me acerco a dónde está y me detengo frente a ella. Estábamos tan cerca que tenía que estirar el cuello para mirarme a los ojos. Frente a estos hombres no tenía la libertad de faltarme el respeto abiertamente—. Buenos días, señorita Nakamura —digo con mi sonrisa todavía en el rostro y eso parece molestarla.

—Buenos días —Escupe pareciendo darse cuenta de que la tengo acorralada. Enarco una ceja expectante—. Señor Voronin —inclina la cabeza en señal de respeto.

Me gustaba mucho más así; dócil y obediente, que cuando soltaba esa lengua venenosa suya.

—Venga a entrenar conmigo, señorita Nakamura.

Era una orden directa, pero aun así estaba esperando que se negara para así poder castigarla. Pero no lo haría, no con este público que no observaba sin disimulo alguno.

Fascinada por un mafioso © [Libro 4] | [Próximamente en Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora