Capítulo 11. Enero de 1956. La confesión

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1 de enero

Habían pasado ya casi seis meses desde que Fina decidiera romper la relación con Marta y tomara la difícil decisión de terminar con cualquier tipo de contacto entre ellas. Aún así, Marta, ajena a esa decisión, había escrito a Fina una carta cada semana. En ella volcaba sus logros, sus pensamientos, sus sentimientos y eso le hacía sentirse más unida a la morena, aunque de ninguna de ellas recibiera respuesta, la rubia necesita compartir todo aquello con Fina.

Su relación con Jaime no estaba funcionando, habían tenido muchas discusiones y momentos de tensión que sólo habían complicado más y más esos meses, después de su regreso definitivo. Jaime no entendía el cambio en su mujer. Para él, la rubia, era alguien totalmente desconocida, una persona a la que ya no reconocía. Había dejado su vida en altamar por ella y nunca se imaginó esa reacción de su mujer. Además, el hecho que Marta se negara a formar una familia tampoco ayudó lo más mínimo a mejorar la situación de la pareja.

- No creo que tener un hijo vaya a ser la solución a nuestros problemas, Jaime. Más bien lo contrario. Fueron las palabras de Marta para zanjar dicha conversación.

Durante su primer mes en Toledo el Dr. Berenguer, ante el rechazo de su mujer, se centró en encontrar trabajo. Finalmente, después de varias ofertas, se decidió por trabajar en el hospital de Madrid. No parecía tener mucho sentido estar más tiempo del necesario en Toledo, sobre todo cuando su matrimonio parecía estar acabado de puertas para adentro. Con su trabajo en Madrid y las jornadas laborables interminables, Jaime debía pasar gran parte de la semana allí por lo que decidió alquilar un apartamento en el que alojarse. Algún fin de semana, con menos trabajo, iba a dormir a la casa grande, más por aparentar, que por necesidad o placer.

Por su parte, Marta seguía llevando con éxito la dirección de ventas de la empresa de Perfumerias de la Reina, que cada vez se iba expandiendo más, lo que no le dejaba tiempo para hacer vida social, de hecho, tampoco le apetecía hacerla. Prefería centrarse en el trabajo y pensar lo menos posible.

En París, Fina esperaba con ansia cada carta de la medianda de los de la Reina. Para cada una de ellas la morena escribía una respuesta, pero nunca se atrevió a enviarlas. Primero por miedo a que Jaime las leyera y segundo porque no quería avivar aún más el dolor de Marta y el suyo propio. Todavía no había sido capaz de rehacer su vida y tampoco sabía si sería capaz de hacerlo algún día. Ninguna de las chicas que le habían podido llamar la atención o que se le habían insinuado eran Marta, su sombra era tan alargada que ninguna de ellas estaba a la altura. En el pasado, ya había hecho mucho daño a Esther por ese motivo y no quería causar más dolor a nadie.

En casa de los de la Reina el primer día del año se celebraba con una comida familiar. Don Damián estaba feliz de tener en la mesa a sus tres hijos y a sus respectivas parejas, así como a su nieta. Jesús, Begoña y su hija Júlia, Marta y Jaime y Andrés y Maria. Eran las primeras navidades en años con la familia al completo.

Después de comer los comensales se dirigieron al salón para tomar un café un té o una copa. Marta, alegó un fuerte dolor de cabeza y prefirió retirarse a su habitación para descansar. A Jaime no le gustó la decisión de su mujer, pero no dijo nada.
En la comida, como tantas veces antes habían hecho, la familia volvió a rememorar anécdotas de la infancia y juventud de los de la Reina con sus primos, con Fina y con Isidro. En una de ellas, Marta se quedó pensando y supo en ese preciso instante que había llegado el momento de pasar página, por el bien de las dos. No podía seguir viviendo anclada al pasado ni aferrada a una relación que jamás podría ser.
Ya en su habitación, la rubia sintió la necesidad de escribir una nueva carta para Fina, pero esta vez sería la última.

Querida Fina.

Aquí estoy, escribiéndote nuevamente. Hoy hemos celebrado la típica comida de año nuevo con toda la familia. Ya sabes. Ha sido agradable, pero al terminar he preferido venir a mi habitación para poder escribirte. Espero que anoche pudieras celebrar la llegada del nuevo año y disfrutaras. Y, por supuesto, te deseo lo mejor para este año que empieza. Durante la comida de hoy, mientras recordábamos las mismas anécdotas de siempre vividas con mis primos, con tu padre y contigo, he tomado una decisión. No sé si ya has rehecho tu vida o no, pero creo que has hecho bien manteniéndote firme estos meses en los que no he sabido nada de ti. No te lo digo a modo de reproche, de verdad que entiendo tu decisión. Como te decía, yo hoy también he tomado la mía. Así que, Fina, ésta será mi última carta. Debo seguir adelante y aunque todo está ya más que difícil, debo hacer algo para que mi matrimonio funcione mínimamente, esa es mi condena y debo cumplirla. Jaime y yo ya sabes que llevamos meses muy distanciados, él no es capaz de entender qué me ha pasado para cambiar tanto y no querer nada de él. No es justo. No tiene culpa de nada, sólo ha intentado hacerme feliz aunque no lo haya conseguido. Pero no es su culpa. Yo sólo he sido feliz contigo Fina, en tus brazos. Sé que no voy a volver a serlo jamás si no es contigo, pero seguir así tampoco me hace bien, nos está amargando a los dos, a Jaime y a mi. Hace unos meses él me pidió ser padres y creo que ha llegado el momento de aceptar su propuesta y mirar al futuro con algo de ilusión.
A menudo recuerdo la conversación que tuvimos en la cocina la noche antes de mi boda, eras una cría de 13 años con las cosas muy claras en lo que al amor y el hecho de ser feliz se refería. Te pregunté por la felicidad, y tu me respondiste:

"Cuando por fin das con el amor verdadero, aunque la vida ponga piedras y trabas en el camino, ese amor todo lo puede, nos hace seguir adelante y ser capaces de enfrentarnos a lo que sea para continuar siendo felices junto a la persona que amamos. Pienso que aunque a veces puede ser complicado, por más que el amor pueda ocultarse por un tiempo, si es verdadero, siempre vuelve a aparecer. Pueden pasar horas, días, semanas, meses o años, pero siempre volverá a renacer."

Creo que con 13 años resumiste perfectamente nuestro amor, Fina. Hoy te escribo por última vez, pero con la esperanza que como tú dijiste el amor verdadero siempre vuelve a renacer. Quien sabe lo que nos deparará aún la vida. Ojalá tengamos una tercera oportunidad y que sea la definitiva. Mientras anhelo que llegue ese momento, intentaré vivir la vida que me ha tocado de la mejor manera posible y, aunque sea sin ser yo el motivo, deseo de todo corazón que tú seas feliz, Fina.
Siempre te llevaré dentro de mi, en mi alma: te he amado, te amo y te amaré.
Siempre tuya, Marta.

En ese momento Jaime entró en la habitación. Marta guardó rápidamente la carta para Fina en el primer cajón.

- ¿Cómo te encuentras de ese dolor de cabeza?

- Estoy mejor, Jaime. Gracias por preguntarme.

- ¿Estabas escribiendo?

- Sí. Escribía pensamientos, sentimientos, cosas que se me pasan por la cabeza y me sirven para canalizar. Jaime, creo que deberíamos hablar. Sé que he estado muy fría y distante contigo y creo que te mereces al menos una explicación por mi parte.

- Me parece muy bien, si te sirve para desahogarte. Yo estoy aquí, cariño. Puedes explicarme lo que quieras.

Marta le cogió de la mano y juntos se sentaron en el sofá que decoraba una ala de la habitación.

- Jaime, hace casi un año mantuve una relación con una persona. Cuando tú decidiste volver a Toledo, hace seis meses, cortamos dicha relación, pero quiero que sepas que esa persona tiene mucho peso en mi vida, aunque ya nunca más vaya a haber algo.

- Ahora entiendo tu frialdad y tu distanciamiento cuando llegué. Respondió él con un tono calmado. - Bueno... Ya que nos estamos sincerando he de decirte que yo también he estado con alguien, fueron sólo tres o quatro encuentros íntimos, pero los tuve y me arrepiento. Sé que no es excusa, pero te echaba tanto de menos...

- Puedo entenderlo. Respuso Marta. - Lo que yo quiero que entiendas es que lo mío no fueron unos cuantos encuentros. Yo mantuve una relación. Me enamoré de otra persona, Jaime.

- Marta..., ¿vas a volver a verte con ese hombre?

- No, todo está acabo entre esa persona y yo. Y ahora ha llegado el momento de centrarme en nuestro matrimonio. Quiero que intentemos ser padres si aún lo deseas. Sé que estoy sonando tremendamente egoísta. Respetaré tu decisión.

- ¿De verdad te estás planteando que formemos una familia? Marta, sabes que no hay nada que me haga más feliz que eso. Yo creo que puedo perdonarte y si para ti esa relación ya está terminada, podemos intentarlo.

- De acuerdo, Jaime. Lo intentaremos. Perdóname el dolor de estos meses, no te lo merecías.

- Bueno, yo tampoco he sido un santo. Creo que ahora debemos centrarnos en mejorar las cosas y seguir adelante.

Jaime besó las manos de Marta, se acercó algo temeroso para darle un beso en los labios. Marta lo aceptó, si quería empezar de cero es lo que debía hacer aunque esos besos con Jaime jamás le darían la felicidad que le daban los de Fina.

Muchas gracias por leer un capítulo más!! Seguimos!!

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