Capítulo 22. Abril de 1957. Dudas y preguntas

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27 de abril

Fina y Marta seguían viviendo en una luna de miel permanente. Su relación iba perfectamente y en sus trabajos ambas mujeres se sentian realizadas con sus diferentes responsabilidades. La vida les estaba devolviendo todo lo que a lo largo de tantos años les había negado.
Durante la semana laboral intentaban verse todos los días, Marta ponía la excusa que iba a visitar las tiendas de la empresa, al club social o al club de lectura, aunque igualmente no siempre les era posible verse y no siempre la hija de don Damián podía quedarse a dormir en el apartamento. En cambio ambas mujeres habían decidido que compartirian siempre los fines de semana.

Era un bonito domingo de primavera, los primeros rayos del sol entraban en la habitación por la ventana. Las dos mujeres, tumbadas en la cama, empezaron a desperezarse.

- Buenos días cariño. ¿Qué tal has dormido? Preguntó Marta a Fina, dándole un beso en los labios.

- Genial, como cada noche que te tengo aquí a mi lado y que acabamos exhaustas después de hacer el amor. La morena le devolvió el beso y siguió hablando. - Odio las noches que no puedes venir. Yo quiero vivir siempre contigo. Quiero que seas mi mujer a tiempo completo y no a tiempo parcial.

- Y yo mi amor. Es lo que más deseo en esta vida, pero mi padre ya me está empezando a hacer muchas preguntas. Fina, soy tan feliz que no puedo disimularlo, me da miedo que mi padre vea que desde la marcha de Jaime yo soy otra.

- Ya lo sé y lo entiendo, cariño. Es tan injusto que no podamos vivir juntas libremente. ¿Qué mal le hacemos a nadie? No puedo entender este país y estas leyes. Yo sólo quiero ser feliz y hacerte feliz a ti sobre todo. Eso no debería estar penalizado por ley. Protestó la morena abrazando a Marta.

- Así es, es muy injusto. Pero es lo que hay. Y aún así, debemos sentirnos afortunadas. Míranos, Fina. Recuerda que yo estoy casada, si Jaime no hubiera decidido irse y dejarnos vivir nuestro amor, nada de esto habría podido pasar.

- Estábamos predestinadas, Marta ¿lo recuerdas? Habríamos estado juntas de una manera u otra. Ahora ya nada ni nadie nos va a separar jamás, mi amor. Dijo la morena convencida y acercándose para volver a besar a la mujer que tenía a su lado.

- ¿Qué hacemos hoy? Preguntó Marta estirando todo su cuerpo en la cama para desentumecerse.

- Mmmm... ¿Qué te apetece hacer? ¿Quieres que vayamos a desayunar a la Suiza?

- Me parece un plan perfecto, pero antes, para coger más hambre quiero que nos duchemos juntas y lo que surja.

- Esa es un propuesta muy atrevida, doña Marta. Pero no la puedo rechazar.

Ambas mujeres salieron de la cama y se dirigieron al baño. Se desnudaron mientras se miraban a los ojos con excitación. Una vez en la ducha, con el agua caliente resbalando por sus cuerpos la rubia y la morena empezaron a besarse mientras sus manos recorrían el cuerpo de la otra saboreando la suavidad de sus pieles y sus lenguas se entrelazaban dentro de sus bocas.

- ¿Por qué no me canso nunca de ti? Preguntó Fina con deseo.

- A mi me pasa lo mismo, mi amor. Un roce tuyo enciende todo mi cuerpo y siempre quiere más. Yo quiero que esto sea siempre así, que no nos cansemos nunca la una de la otra. Dijo Marta con algo de preocupación.

- Cariño, eso sólo depende de nosotras. Y nuestro amor es tan puro que no creo que nos cansemos nunca. Sólo debemos seguir alimentándolo con cariño, con confianza y con honestidad. Queríendonos como lo hacemos y si hay algo que nos preocupa a ti o a mi hablarlo, debemos decirnos absolutamente todo, mi vida.

Volvieron a besarse. Marta bajó su mano hasta encontrar la calidez entre las piernas de su mujer. Fina separó más las piernas dando la bienvenida a esa mano que siempre lograba llevarla hasta el cielo.

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