Capítulo 7. Septiembre de 1954. París III

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27 de septiembre

Al beso penetrante le siguieron las manos recorriendo los cuerpos por enciama de la ropa. Mientras avanzaban por la habitación sin dejar de explorarse, se dirigieron a la cama. Se tumbaron de lado a la vez y se separaron levemente para mirarse a los ojos.

- Fina... Jadeó Marta.

Fina vió deseo en la mirada de Marta pero quería asegurar sus siguientes movimientos.

- Marta, ¿estás segura?

- Estoy segura, yo jamás he deseado a nadie tanto como te deseo a ti. Por favor, hazme el amor.

La morena acarició la cara de Marta sin poder reprimir el escalofrío y la excitación que aquellas palabras le habían hecho sentir por todo el cuerpo. Volvió a besar intensamente a la rubia y se propuso satisfacer aquella petición que la mujer que tenia entre sus brazos le acababa de hacer. Empezó a lamer y besar el cuello de Marta, mientras que con la mano le acariciaba los pechos por encima del camisón. Ambas tenían la necesidad de sentir sus cuerpos sin la ropa de por medio. Fina, lentamente, comenzó a desnudar a Marta. Empezó a subir el camisón por los muslos mientras le acariciaba las piernas de abajo a arriba. Después su zona púbica, su barriga, su pecho, hasta que la despojó de él, sacándoselo por la cabeza. Marta sólo llevaba puestas las bragas. Fina, empezó a desnudarse.

- No. Pidió Marta. - Quiero hacerlo yo. Fina sonrió y se dejó hacer.

Era el turno de Marta. Aunque estaba muy nerviosa empezó a desabrochar los botones de la camisa de Fina y se la quitó lentamente. Se quedó embobada mirándole el torso con el sujetador todavia puesto. Desabrochó, también, el cierre de su falda y la cremallera y se la quitó por los pies. Acarició con sus manos y con sus labios todo el cuerpo de Fina y, nerviosa, logró quitarle el sujetador. Dejando al descubierto sus preciosos pechos que ya se mostraban con los pezones hinchados y erectos. La excitación de ambas mujeres era palpable sobre la cama de aquella habitación de hotel. Una y otra gemian sin poder evitarlo. En ese momento, Fina volvió a tomar el control. Se tumbó encima de Marta dejando que sus pechos entraran en contacto con la piel de la rubia. Volvió a besar a la mediana de los de la Reina intensa y profundamente en la boca antes de centrarse en su cuerpo. Acarició los pezones de Marta, primero con los dedos y después con su lengua y su boca. Oir gemir a Marta no hacía más que aumentar la excitación de la propia Fina que solo necesitaba un ligero roce en su centro para dejarse ir. Pero no quería, quería seguir disfrutando. Lentamente, empezó a bajar y a besar el vientre de Marta, tomó la cinturilla de las bragas y se las quitó. Ante el primer roce de la boca de Fina en su zona más erógena, la rubia dio un respingo y arqueó la espalda ofreciéndose a la morena. Aquella invitación no pasó desapercibida para la hija de Isidro que empezó a jugar con su lengua en el clítoris de Marta. Ésta jadeaba y respiraba con dificultad.

- Sí, Fina... No pares, no pares nunca.

- No lo haré, jamás.

Fina siguió lamiendo y succionando el botón del placer, mientras sentía como Marta estaba al borde del clímax, en ese momento introdujo dos dedos en el interior de la rubia.

- Por Dios, Fina. No sé lo que me estás haciendo pero nunca antes había sentido nada igual.

- Dísfrutalo. Quiero verte gozar.

Aquellas palabras de la morena, junto con su lengua en el clítoris y sus dedos entrando y saliendo de su cuerpo con una habilidad exquisita llevaron a Marta a lo más alto, ésta arqueó su cuerpo y se dejó ir felizmente para Fina. Después de la explosión de placer ambas mujeres se quedaron inertes recuperando la respiración.

- Ven. Dijo Marta haciendo que la morena subiera y se acomodara en su pecho. La besó en los labios y pudo sentir su propio sabor en ese beso. - Ha sido increible, Fina. Me has llevado al cielo. Nunca había imaginado que se podía sentir así, sentir tanto. Todo esto ha sido muy nuevo para mi, pero me ha encantado.

- Me alegro mucho, Marta. Cuando estás con la persona correcta es imposible no sentir así.

- Pues está claro que tú eres la persona correcta. Fina...yo...yo también quiero hacerte el amor, pero no sé si voy a saber cómo hacerlo. No quiero decepcionarte.

- Sshhh... Marta, es imposible que puedas decepcionarme, sólo haz lo que tú quieras hacer. Pero puedes estar tranquila porque mi cuerpo y tus instintos te guiarán el camino a seguir.

- No quiero hacer nada que te incomode o te produzca dolor.

- Estoy segura que no lo harás. Respondió la morena besándola nuevamente con excitación.

Cuando separaron sus bocas, Marta dio la vuelta a Fina y se puso encima de ella. La lengua de la rubia se movia con agilidad en el cuello de Fina y bajaba hacia sus pechos alternando uno y otro. Sus manos recorrian las piernas de la morena y cuando subían lo hacian por el interior del muslo deteniéndose justo en su centro del placer.

- Sssssiiii... Marta, me estás volviendo loca.

La rubia sonrió y ligeramente mordió un pezón y después el otro. Fina se removia de placer, recibiendo todo lo que el amor de su vida estaba dispuesta a darle.

Marta sentía la excitación de Fina y no quiso hacerla sufrir más. Descendió por su cuerpo y se centró en su fuente de placer. Primero masajeó el clitoris con los dedos, haciendo pequeños círculos. Los gemidos de Fina le indicaban por donde seguir. Viendo que la morena estaba a punto de llegar al clímax, sustituyó los dedos por su lengua.

- Marta... Ya no voy a aguantar más.

- Disfruta Fina, sólo quiero que disfrutes. Que sientas tanto como tú me has hecho sentir.

- Entra en mi, quiero tenerte dentro de mi.

Marta no dudó y la penetró con dos dedos.

- Dios... Marta. Sssssiiii...ssssiiii. Mírame, quiero que veas cómo me dejo ir por ti.

Marta levantó la vista y vió lo más bello que jamás había podido observar. Ver a Fina llegando al clímax gracias al placer que ella le estaba dando le hizo que ella también tuviera un orgasmo. Las dos mujeres gritaron al unísono y desahogaron todo lo que no habían podido decirse y hacerse durante tantos años.

Marta iba a retirar sus dedos pero Fina se lo impidió.

- Noo, espera un poco. Me encanta sentirte dentro de mi. Explicó la morena. - Marta, ha sido maravilloso. ¿Seguro que nunca antes has estado con una chica?

- ¡¡¡Fina!!! ¿Qué dices?

- Era broma Marta. Ya te he dicho antes que con la persona adecuada todo es perfecto.

- Sí que lo ha sido.

Marta retiró sus dedos lentamente y la morena no pudo evitar soltar un gemido.

- Quiero más, Fina. Creo que jamás podría cansarme de beber de ti.

- Puedes volver a empezar cuando quieras... Eso es lo mejor de estar con una mujer que no hace falta que esperemos.

En las horas siguientes volvieron a besarse, a tocarse, a explorarse y a beberse la una a la otra, llenando sus cuerpos de placer y gozo. Esa noche, en la habitación de un hotel de París, sólo exitieron ellas dos. No hubo tiempo para charlas, sus cuerpos hablaron todo lo que no dijeron sus voces. El mundo, para Marta y Fina, se detuvo una noche de septiembre de 1954 en la ciudad del amor.

Muchas gracias por llegar hasta aquí. Espero que te haya gustado.

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