Capítulo 5. Septiembre de 1954. París

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15 de septiembre

Fina estaba saboreando un delicioso café sentada en el balcón de su piso de París. Desde la tarde anterior en la que sus jefes le habían comunicado que agendara una reunión con Marta de la Reina, para el próximo jueves día 23, se sentía muy nerviosa e inquieta. Hacía ya siete años que había dejado todo atrás. La fábrica, Toledo y a Marta. Decidió, al fin, aconsejada y animada por su padre, emprender esa aventura con Esther. Hasta la fecha nunca había sentido arrepentimiento tan solo, en días señalados, había sentido nostalgia. En París tanto a ella como a Esther las cosas les iban muy bien. Fina había continuado allí con estudios superiores lo que le había permitido entrar a trabajar hacía tres años en un prestigioso bufet de abogados como la secretaria de dirección. Por su parte, Esther era la encargada del sector de perfumerías de las Galerías Armand. La vida les sonreía a ambas. Tenían amigos y amigas y ellas estaban en el mejor momento de su relación. Fina llamaba a su padre por teléfono una vez cada quince días y se escribían tan a menudo como podían. Sabía por él de los logros de Marta. Jaime permitió su regreso a Toledo y ella empezó a trabajar en la fábrica. Fue idea suya abrir una tienda también en la colonia. Los productos de los de la Reina se vendían ya en las principales ciudades de España. Marta viajaba de ciudad en ciudad, cerrando acuerdos, y en aquel momento, según le había informado su padre en su última carta, estaba planeando la expansión de sus productos a Francia. De ahí la reunión con su bufete de abogados.

Marta estaba sentada en su despacho ojeando todo el papeleo que tenía delante para poder empezar a cerrar los acuerdos con las principales galerías de Francia.

- Isabel, ven por favor. Llamó a su secretaria.

- Dígame, señora.

- ¿Has podido reservar los billetes de avión para mi visita con los productores franceses del próximo miércoles?

- Sí, doña Marta. Su vuelo saldrá a las 10:30 de la mañana. Está prevista la llegada a París sobre las 14:00 horas. Respondió Isabel.

- Perfecto. ¿Ha comentado con Isidro que deberá llevarme al aeropuerto?

- Por supuesto que sí. Saldrán de la casa grande a las 8:00 de la mañana.

- Muchas gracias Isabel. Puedes retirarte.

Cuando la rubia se quedó sola un nudo de nervios le invadieron su estómago. No quería pensar en cuales eran los motivos de dichos nervios porque sabía perfectamente a qué se debían. La imagen del beso del 6 de enero de 1947 se le apareció en la mente irremediablemente. Volvió a pensar en Fina, como había hecho tantas veces antes, tantos días y tantas horas. Siempre con ella en su mente y en su corazón. Isidro la iba poniendo al día, estaba muy orgulloso de su hija y siempre buscaba el momento de explicar los logros de ésta a Marta. La mediana de los de la Reina disfrutaba escuchando a Isidro y se imaginaba a una Fina completamente feliz en París.

22 de septiembre

- Buenos días, doña Marta, ¿lista para irnos? Preguntó Isidro.

- Claro, respondió la rubia, dándole la maleta de viaje al chófer de la familia. Éste le abrió la puerta del coche y la de la Reina entró en él.

- Vámonos pues. Comentó Isidro. - Parece que vamos a tener un buen día, espero que su vuelo sea tranquilo y no tenga demasiadas turbulencias.

- Gracias, Isidro. Yo también. La verdad es que no me gusta demasiado volar, no sé cómo esos monstruos pueden aguantarse en el aire. Suspiró. - Pero ir a París en tren es una odisea.

Llegaron al aeropuerto de Madrid a la hora prevista. Antes de despedirse Isidro le entregó un papel a Marta.

- Tenga, sé que va a estar unos días en París. Y bueno, he pensado que si se siente sola o necesita ayuda puede contactar con mi Fina. Aquí están su dirección y su número de teléfono. Seguro que ella estará encantada de verla.

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