Capítulo 17. Enero de 1957. Vuelta a la vida

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6 de enero

Se acercaba el día fatídico pero, ahora, ante los últimos acontecimientos de Marta, Jaime y la doctora Borell tenían dudas. Aunque no había habido avances nuevos ni éstos habían sido muy significativos. Marta había abierto los ojos varias veces más desde la noche de año nuevo y, en todas ellas, sus pupilas reaccionaban al contacto con la luz. Fina estaba esperanzada ante ese pequeño logro. Confiaba que en breve el amor de su vida despertaría.

- Don Jaime, buenas noches. Dijo Fina entrando como de costrumbe a la habitación de Marta. ¿Hay alguna novedad?

- Buenas noches, Fina. No, nada nuevo. Sigue abriendo los ojos y reaccionando, pero no hay ninguna señal de vida más.

- ¿Y que va a pasar el lunes? Preguntó inquieta y asustada la hija de Isidro.

- No lo sé. Puede que debamos esperar un poco más. Seguiré las recomendaciones de mis colegas. Si dicen que la dejemos un poco más de tiempo así, lo haremos. Ahora no quiero que nos precipitemos.

- Claro, ella está despertando, don Jaime. Yo lo sé, sé que está luchando por despertarse y volver aquí con nosotros. Lo sé.

- Ojalá sea así, Fina. Ojalá. Repitió el Dr. Berenguer. Te dejo. Llevo ya más de venticuatro horas seguidas en el hospital. Voy al apartamento a descansar, volveré mañana a primera hora.

- De acuerdo, don Jaime. Que descanse.

Fina, como cada noche, se quedó sola con Marta. Estaba convencida que la rubia estaba haciendo todo lo posible por despertar.

- Hola mi amor. Buenas noches. ¿Cómo estás mi vida? Dijo Fina a Marta acercándose a ella y dándole un tierno beso en la mejilla. - ¿Sabes? Hoy es 6 de enero. ¿Recuerdas lo que significa esta fecha para nosotras? Tal día como hoy, hace nueve años, me besaste por primera vez en los labios. Hiciste realidad el sueño de mi vida, que doña Marta se fijara en mi, que me besara.

Fina se sentó al lado de Marta y le cogió la mano. Continuó hablando.

- Esa noche yo te dije que me iria a vivir a París y tú que volverías de Niza a Toledo para quedarte. Me sentí muy triste. Tú regresarías y yo partiría. Volvíamos a alejarnos una vez más. De hecho, me puse a llorar y tú secaste mis lágrimas con tus dedos, después me besaste en la mejilla y, finalmente, me diste un beso en los labios. No lo olvidaré nunca. Te asustaste tanto por lo que acababas de hacer que te fuiste corriendo. Pero yo me quedé ahí sentada sintiéndome por un instante la persona más feliz del mundo.

Fina se sonrió recordando toda la escena y el miedo reflejado en la cara de Marta, antes de salir corriendo, por lo que acababa de hacer. Le apretó más la mano a la rubia y notó cómo ésta le apretaba también la suya.

- ¡¡Marta, Marta!! ¿Puedes oirme, verdad? En ese momento Marta volvió a abrir los ojos y fijó la mirada en Fina. Parpadeo varias veces, sin dejar de mirar a la morena.

- Cariño, cariño, soy yo. Marta intentó hablar, pero el tubo en su garganta se lo impedía. - ¡¡¡Mi vida, estás despierta, estás despierta!!! ¡¡Voy a avisar!! Fina salió corriendo de la habitación, en el pasillo se encontró aún al Dr. Berenguer hablando con la Dra. Borrell.

- ¡¡¡Se ha despertado, se ha despertado. Me ha apretado la mano, me ha mirado y ha intentado hablarme!!! Explicaba Fina con un cúmulo de sentimientos en su ser, lloraba y reia a la vez.
Los dos médicos, junto a las enfermeras y la propia Fina salieron corriendo hacia la habitación de Marta.

- Marta, Marta le habló Jaime. Marta lo miró pero se la notaba nerviosa. Sus ojos inquietos siguieron oteando la habitación llena de personas, hasta que hallaron los de Fina. En ese momento pareció que la rubia sonrió mientras su mirada se dulcificaba y ella misma se calmaba. A Jaime no le pasó desapercibido ese hecho y se giró mirando a Fina. La morena tenía la mirada fija en Marta. La Dra. Borrell habló.

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