Capítulo 16. Diciembre de 1956. El despertar

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24 de diciembre

Ya habían pasado más de dos meses desde que Marta entrara en coma. En las últimas dos semanas los espasmos se repetían más a menudo, pero los doctores, y entre ellos la Dra. Borrell, seguían considerando esos espasmos ocasionales y no fruto de conexiones neuronales. Fina albergaba la esperanza que Marta se estuviera despertando. Pero para los médicos su cerebro seguía sin dar muestras de vida.

Isidro y su hija estaban paseando por los jardines de la casa grande. Ambos estaban hablando de Marta y de cómo había ido la noche.

- Fina, hace un rato, antes de que llegaras he hablado con don Jaime y don Damián. No tienen muchas esperanzas. Dicen que doña Marta está estancada en su evolución. Cariño, debes ir haciéndote a la idea. Le dijo su padre deteniéndose en ese momento. - Creo que debes prepararte para lo peor.

- ¡¡¡No, no, no quiero que me diga eso padre!!! ¡¡¡No quiero escucharlo!!!Exclamó la hija de Isidro empezando a llorar sin poderlo evitar.

Su padre se acercó más a ella y la abrazó. La morena lloró y sollozó entre sus brazos.

- Hija mía, sé que es muy duro. Lo sé, lo viví con tu madre y si no te vas haciendo a la idea... Isidro no quería que su hija se hundiera y arruinara su vida siendo tan joven, viviendo con la pena de la muerte de Marta cómo había hecho él con la pérdida de su mujer.

- Padre, yo no puedo pensar que Marta vaya a desaparecer para siempre, no puedo. ¡¡¡Me niego, me niego!!! Gritaba Fina.

- Cariño, está bien, está bien. Cálmate, tranquila. Vamos a la casa, te prepararé una tila. ¿Esta noche irás al hospital?

- Si, pero don Jaime hoy tiene guardia así que también estará con ella.

- Muy bien. Yo cenaré con Digna y sus hijos como siempre. Si necesitas algo dímelo. Cariño, ahora ve a descansar. Se te ve agotada.

- Gracias, padre.

Ciertamente, la hija de Isidro, como el resto de la familia, estaba agotada, físicamente y emocionalmente, pero seguía teniendo esperanzas. Confiaba que Marta despertaría. Sabía que el tiempo iba en su contra puesto que don Jaime y el resto de los de la Reina habían decidido desconectarla el lunes 9 de enero si no había ningún cambio significativo en su situación.

Fina y don Jaime no habían vuelto a hablar sobre lo que había habido o había entre Marta y ella. Ambos mantenían una relación cordial y se limitaban a centrarse en los cuidados de la rubia.
Aquella noche cuando Fina llegó al hospital, don Jaime estaba en la habitación hablándole a su mujer.

- Perdón. Voy a la sala de espera. Dijo Fina.

- No, no, Fina. Puedes pasar. A ella le gustaría que estuvieras aquí.

Fina accedió y cogió una de las sillas de la habitación y se sentó al otro lado de la cama.

- ¿Sabes? Apenas he pasado una o dos navidades a su lado después de casarnos. Dijo el doctor mirando a la morena.

- Vaya... Es una pena. Nosotras... Fina recordaba cada una de las navidades que había pasado con Marta, evidentemente, todas menos la de hacía dos años, sin ser pareja, pero recordaba esos momentos a solas en la cocina hablando de todo un poco. La morena dejó de hablar para no incomodar a don Jaime.

- No, no... Dilo, me gustaría llegar a entender lo vuestro.

- Bueno, nosotras hemos pasado muchas navidades. Desde que yo era pequeña y sobre todo cuando falleció mi madre, ella estuvo muy pendiente de mi. Hablábamos mucho y me ayudaba con las tareas del colegio. Cuando se casó, todo cambió claro, ella se fue con usted, después se instaló en Niza y cuando decidió volver, fui yo la que se marchó a París. Estuvimos muchos años sin saber directamente la una de la otra. Pero tanto ella como yo preguntábamos a mi padre cómo estaba la otra y si había novedades.

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