Capítulo 2. Diciembre de 1946. El regreso

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15 de diciembre.

Las fiestas de Navidad estaban a la vuelta de la esquina. Marta de la Reina observaba desde la ventana de su magnífico ático en Niza como la gente, cargada de bolsas y regalos, paseaba por la Avenida Jean Médecin. La guerra, que arrasó Europa, había llegado a su fin hacía algo más de un año con el suicidio de Hitler y los aliados proclamando la victoria. Pese a la difícil recuperación, la hambruna aún existente y el desastre provocado, la gente quería olvidar, mirar al futuro con optimismo y celebrar esas fiestas como no lo habían podido hacer desde 1939.

La soledad y el aburrimiento empezaban a hacer mella en la joven de la Reina. Lejos de casa y con Jaime embarcado prácticamente todo el año, se replanteaba qué sentido tenía su vida en ese momento. Los planes de tener hijos se habían desvanecido pronto. Después de estar acompañando a su marido en alta mar durante el primer año de matrimonio, en la vida que les esperaba a ambos no había cabida para formar una familia. Tampoco los planes de abrir una pastelería habían llegado a buen puerto por culpa de la guerra. Un sentimiento de pena y profundo vacío se apoderó de ella. Sin saber por qué, recordó la conversación sobre la felicidad y el amor que había tenido con la joven Fina cinco años atrás. Suspiró y se abrazó a ella misma cuando un escalofrío le recorrió todo el cuerpo de arriba a bajo. - Fina. Pronunció. ¿Qué estaria haciendo ahora esa cría? Bueno, ya no era tan cría, con 18 años seguro que se había convertido en toda una mujercita. Siempre que llamaba a la casa preguntaba tanto por Isidro como por ella, pero no habían vuelto a hablar desde la conversación en la cocina la noche antes de su boda. Pese a la diferencia de edad para Marta, Fina, había sido lo más cercano a una amiga. Le gustaba su compañía y las conversaciones a veces banales, a veces profundas que mantenía con ella. Su manera de ver la vida era aire fresco para una Marta que, aunque muy joven todavía, vivia rodeada de carcamales anclados al pasado la mayor parte del tiempo.

El sonido del teléfono la sacó de sus pensamientos.

- Marta de la Reina, ¿Dígame?

- Mi amor, soy yo, estamos en el puerto de Roterdam. Hemos hecho una parada técnica y no he querido desaprovechar la oportunidad de llamarte. Explicó Jaime.

- Hola, ¿cómo estás? Preguntó su mujer sin mostrar demasiada alegría.

- Bien, algo cansado, pero bien. Estaremos en Roterdam dos días y volvemos a embarcar rumbo a Nueva York, me va a ser imposible pasar las navidades a tu lado.

- Jaime, ya estoy habituada a pasar las navidades sin tí. De hecho estoy acostumbrada a pasar sola todas las fechas señaladas. Esta será la cuarta vez desde que nos casamos y nos instalamos en Niza, supuestamente, para estar más tiempo juntos. El reproche de Marta no pasó desapercibido para Jaime.

- Lo siento mucho Marta, sé que pasas sola la gran parte del año. Te lo compensaré cuando nos veamos, te lo prometo.

- Bueno, no te preocupes Jaime, sabía lo que me esperaba cuando me casé contigo. Sé que tu trabajo es lo más importante. Yo estoy..., estoy pensado en volver a Madrid y pasar las fiestas con mi familia.

- Me parece una gran idea. Así podrás estar acompañada de tu padre, tus hermanos, tu tía Digna y... Una interferencia hizo que Marta dejara de escuchar a su marido.

- Jaime, no te oigo..., Jaime..

- Marta, Marta..., creo que la línea se corta, te quiero, un beso. Te escribiré pronto, escríbeme también.

Sin dar respuesta, Marta colgó el teléfono cuando la línea quedó cortada. Volvió a descolgarlo, hizo ella misma una llamada y empezó a preparar el equipaje.

Aunque aún era oton̈o, el frío del cercano invierno se dejaba notar en Toledo. En la colonia de la fábrica de los de la Reina la decoración y las luces hacían entrever las fiestas navideñas que ya se aproximaban. Fina se cubrió con su abrigo cerrándolo más aún pegado a su cuerpo.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora