Capítulo 21. Marzo de 1957. Una vida en común

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9 de marzo

El viernes, después de su noche en el hotel de Illescas, Fina y Marta no se pudieron ver. Se despidieron por la mañana para ir cada una a su trabajo. Aquella noche, Marta debía quedarse en casa para estar presente en una cena familiar que su padre había organizado con unos empresarios, por lo que Fina pasó su última noche en la pensión. Ambas mujeres habían quedado en encontrarse el sábado a primera hora en la puerta del apartamento de la calle Recoletos.

- ¡¡Buenos días!! Marta esbozó una amplia sonrisa al ver a Fina llegar. - ¿Llevas mucho rato esperando? Preguntó la morena.

- ¡¡Buenos días mi amor!! He llegado pronto porque estaba deseando verte. Esta noche ha sido muy larga y triste sin ti.

- Para mi también. Te he echado mucho de menos. Ya no sé dormir si no es con tu cuerpo pegado al mío.¿Por qué no has subido en vez de esperar en la calle? Preguntó Fina acariciando la mano de la rubia.

- Es tu apartamento, Fina. No quiero invadir tu privacidad.

- Por Dios, Marta. Es nuestro apartamento. Dijo Fina enfatizando la palabra "nuestro". Es nuestro hogar, tanto tuyo como mío y quiero que uses las llaves siempre que lo desees.

- Tienes razón mi vida. Pero, quiero que la primera vez que entremos lo hagamos juntas y recordemos así ese momento para siempre. Dame, te ayudo con las bolsas.

Fina iba cargada con una maleta bastante grande y algunas bolsas más con las pertenencias que había podido coger cuando se enteró del accidente de Marta. El resto de cosas se habían quedado en París debido a su precipitado viaje a Madrid y a todos los felices acontecimientos posteriores que la habían llevado a quedarse en la capital. Después de saber los planes de Marta y Jaime en relación a su matrimonio, había pedido a Ana que le enviara a Toledo todas las cosas que tenía en la ciudad francesa. La barcelonesa le había comunicado en una llamada hacía solo unos días que ya las había enviado. Debían estar a punto de llegar a la casa grande, que era la dirección que había dado Fina.

- ¿Tú no has traído nada? Le preguntó la hija de Isidro a Marta con cierta timidez y una pizca de pena. No quería presionar a la rubia, pero nada deseaba más que compartir con ella absolutamente todo.

- Claro que sí. Susurró Marta al oído de Fina al ver la timidez y el pesar en el rostro de ésta. - No te vas a deshacer de mi tan fácilmente. Dijo en tono seductor acaricíandole la barbilla a la morena. - Están en el coche. Subimos tus cosas y luego bajo a por las mías.

Fina esbozó una amplia sonrisa que hablaba de deseo por el roce de la mano de Marta y también de felicidad por todo lo que estaba por venir.

- Subamos ya, porque estoy a punto de hacer una barbaridad aquí y ahora. Dijo la morena.

- Vayamos dentro pues..., o acabaremos detenidas.

Ambas entraron al portal y subieron con el ascensor hasta el piso tres. En ese rellano el apartamento de Fina y Marta era el único que había, lo que les pareció, la primera vez que lo vieron, un detalle muy interesante para poder preservar mejor su intimidad, lejos de vecinos cotillas y chafarderos.

- Abre tú. Le dijo Marta a Fina.

- Hágamoslo a la vez. Propuso Fina tomando la mano de Marta.

Las manos de las dos mujeres se unieron para hacer rodar la llave en la cerradura y abrir la puerta. Una vez dentro la cerraron detrás de ellas. Dejaron en el suelo todas las cosas y se fundieron en un intenso beso que las dejó sin aliento.

- Por fin, Marta. Siento que estoy en una nube y no quiero bajar de ella. Jamás en mi vida he sido tan feliz.

- Mi amor. Yo tampoco. Es nuestro sueño hecho realidad.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora