28. Engaño

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Narra Diana
—No es tan fácil, Williams, vámonos —sentí el peso de su mirada seria y el cansancio reflejado en su rostro. Llevábamos una hora frente a una puerta.

—Por lo menos lo has intentado. La próxima vez aclárate antes —respondió con tono firme. Asentí con una sonrisa preocupada. Williams puso su mano en mi hombro, consolándome. Nos dimos la vuelta y nos dirigimos al coche.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Leo, mirándome con seriedad. Su expresión se suavizó, mostrándose más preocupado.

—Nada, arranca —evité su mirada, fijándome en la ventanilla durante todo el trayecto. Williams, sentado atrás y visiblemente borracho, no dejó de escribir en su móvil.

—Diana, me ha escrito Castro. Quiere verte en el hospital. Leo, llévanos —Observé a Leo cambiar de marcha bruscamente, y Molotov, que también estaba atrás, decidió acompañarme.

—Voy contigo. —Asentí, agradeciendo tener a alguien con una mente fría que pudiera ver las cosas desde otra perspectiva.

—Ya estamos. —Abrí la puerta del coche y me dirigí directamente al despacho, con Molotov siguiendo mi ritmo.

—Buenos días —saludé a Clara, quien parecía preocupada. Me acerqué a ella un poco más.

—¿Todo bien? —le pregunté, notando su tensión. Ella se acercó y me entregó unos papeles.

—Antes de que los veas, estaban en el maletín de Noah. Te dije que nos ocultaba algo —Abrí la carpeta y comencé a leer en silencio, permitiendo que Molotov también echara un vistazo.

—Pero... —Clara me abrazó al notar cómo una lágrima caía por mi mejilla.

—Les odio. —Clara se separó de mí y trató de tranquilizarme.

—Quieres a Conway, y él te quiere a ti, quizás tenga explicación —me enfadé más aún.

—Clara, llevo una semana intentando hablar con él, que me dijese qué hacía y nada. Me he tenido que enterar por ti, encima no les importa. No me gusta que investiguen a mi familia. —Molotov entendió mi preocupación, me trajo papel y me secó las lágrimas.

—Vamos al coche a pensar qué hacer. —Molotov tenía razón, lo mejor era hablar con los otros dos.

—Sí, gracias, Clara. —Salimos de su despacho con los papeles, salimos por la entrada mientras Molotov me abrazaba.

—No mires a la izquierda, confía en mí. —No pude evitar mirar. Sequé mis lágrimas sin pensarlo, viendo cómo Conway, Freddy, Noah, Isidoro y Gus me miraban extrañados y venían hacia mí.

—¿Estás bien? —Miré a los ojos a Freddy con rabia.

—Sí, muy bien, mejor que nunca, por eso lloro. —Le miré con asco.

—Dime, ¿quién te ha hecho daño que le coso los cojones en la frente? —me reí sarcásticamente.

—Pues ve sacando un espejo. —Le di con los documentos en la barriga dejándoselos a él. Trató de cogerme el brazo, yo me quité bruscamente.

—Espera. —Le hice una peineta a Gustabo mientras salía con Molotov entre lágrimas. Me metí en el coche, a lo que Leo, al verme, arrancó.

—¿Qué pasa? —Le pasé los documentos que me había quedado, que eran la mayoría. Solo le había dado la página del nombre del caso que habían puesto.

—¿Tú los has leído todos? —Negué con la cabeza.

—Hay una carta para ti. —Cogí la página impresa con la carta y la leí, el llanto se volvió inevitable.

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