12. Alchol

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El beso número 54 fue adictivo.

Después de unos cuantos meses, en el cumpleaños número 17 de Max, Checo pensó en devolverle el favor.

Su amistad estaba volviendo a ser la misma, incluso muchos podrían decir que se volvió más fuerte, pues ahora era casi imposible no verlos juntos.

Jamás hablaron de esa noche y del beso que compartieron entre sentimientos rotos.

Todo fue surgiendo con naturalidad hasta ese día.

Max había tenido la asombrosa idea de hacer una fiesta para celebrar su cumpleaños y por su puesto que Checo estaba presente.

Iba todo de maravilla hasta que a George y Alex se les ocurrió la magnífica idea de conseguir alcohol.

La mayoría de ellos ya habían consumido, sin embargo, al no tener quien los parara y que estaban más contagiados por el ambiente, nadie tuvo ningún límite, por lo que al final de la noche la mayoría no se encontraba en sus 5 sentidos.

Checo descubrió que Max era demasiado risueño y cariñoso cuando sus niveles de alcohol eran altos.

Max descubrió que Checo amaba gritar y molestar a los demás cuando ya tenía unas copas encima.

Y de alguna manera, ambos aún seguían juntos, habían tomado lo mismo y ahora se encontraban parados balanceándose, con el brazo de Checo rodando el cuello de Max y el brazo de Max rodeando la cintura de Checo.

Ambos sonriendo de oreja a oreja hasta que Checo se acercó al oído de Max.

—Debo de darte tu regalo, cumpleañero.

Max pensaba que era una broma, por lo que con el mismo tono juguetón que su amigo había utilizado, le susurró.

—¿Ah si? ¿Qué es? ¿Vienes incluido?

Checo dejó soltar una carcajada que él también compartió y negó con la cabeza.

—No lo se—dijo—. Deberías de averiguarlo.

Y con un guiño lo tomo de la mano para comenzar a subir las escaleras hacia su habitación.

Max se dejó llevar, casi tropezándose en el último escalón lo que los hizo soltar una gran risa que duró al menos 5 minutos.

—¡Ya, Max!—exclamó Checo entre risas— Deja de jugar.

Max aún se partía de la risa contra la pared del pasillo.

—N-no puedo evitarlo—le costaba respirar y eso era demasiado obvio—. Casi me parto la madre.

Checo dejó escapar otra risa al escuchar el español torpe de su amigo.

—¡Hablas muy mal, Maxie!

Pero a Max no podía importarle menos.

Recordando lo que hacían ahí, Checo volvió a tomar su mano y lo dirigió hacia su habitación, un recorrido que después de 16 años ya se sabía.

Llegando, Checo cerró la puerta tras ellos.

—¿Qué hacemos aquí?—preguntó confundido, con una mueca divertida.

—Tú regaló.

—Ah, claro, mi regalo—sonrió—. Entonces, ¿qué me vas a dar?

Checo sonrió con diversión.

—Cierra los ojos.

Y un recuerdo llegó a la mente de Max. Eran exactamente las mismas palabras que él ocupó en el cumpleaños número 15 de Checo.

Max no dio ninguna objeción y se dejó llevar.

Checo se acercó a él, parándose de puntitas y sosteniéndose de los hombros de Max para tomar sus labios.

La diferencia de altura ahora era muy notoria por lo que Max tuvo que inclinarse un poco más.

Enredo sus brazos en la cintura de Checo y lo apretó hacia a él.

Se estaban besando después de todo lo que había pasado, y se había sentido tan bien.

Max, aún cegado por sus instintos, recordó el beso de su sueño y sin poder evitarlo impulsó a Checo hacia atrás hasta que chocaron con una pared bruscamente.

Checo dejó escapar un jadeo por el golpe y se separó de Max.

—Lo siento—dijo con un leve sonrojo en sus mejillas—¿Te lastime? Persóname en serio, yo solo quería-

Pero sus palabras fueron ahogadas con otro beso.

Sus labios encajaban tan bien aún después de tanto tiempo, sus lenguas se entrelazaban con un baile que creían olvidado y sus sabores se combinaban como un cóctel en un día soleado.

El tiempo se fue sin que ellos se percataran.

Max no sabía si estaba comenzando a sentirse necesitado de los labios de Checo por el alcohol ingerido o por solo ser Checo, pero de cualquier manera creaba una mezcla adictiva de la que ya no podía escapar.

Y al día siguiente ambos se acordarían de todo, sin arrepentirse en lo absoluto.

Su amistad había crecido tanto que comenzaba a convertirse en algo más.

Podría ser que esa noche se besaron en repetidas ocasiones y sin descanso.

Pero Max solo contaría dos besos.

El beso número 54 fue el mejor regalo de cumpleaños y el paso para cambiar algo.

El beso número 55 fue después de una repetición de besos, cuando el ruido comenzaba a cesar y se dieron cuenta de lo tarde que era.

El beso número 55 fue cuando ambos se miraron a los ojos y sin decir nada tuvieron la confirmación de todo lo que sentían.







NOTAS:
Se reconciliaron y ya hasta se están dando, estos chamacos de ahora 🙄

Voy a aclarar que aquí Max es más grande que Checo pero solo por meses, mientras que Max nació en septiembre, Checo nació en enero, pero son relativamente igual de edades.

No se olviden de comentar y votar.

Nos leemos pronto.

-Syl.

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